Botticelli pintó esta Anunciación entre 1489 y 90 para el altar de una capilla en el convento en ese momento llamado del Cestello, y hoy María Magdalena de Pazzi, en Borgo Pinti, según el encargo de un financiero que pertenecía al gremio de cambistas de Florencia. Vasari hace referencia a la tabla en la biografía que le dedicó.
El cuadro sigue las ideas básicas de la iconografía tradicional sobre la Anunciación. La Virgen, con su habitual vestido rojo y azul, resulta sorprendida en un interior a solas durante su lectura por el ángel Gabriel. Su posición es vertical y ocupa más o menos el tercio derecho del cuadro; queda cortada en la composición, como si no encajara, incómoda en una posición inverosímil; tras de sí tiene la pared gris desnuda y sin profundidad, y parece incapaz de comprender de momento su papel en la trama en la que se ve envuelta. Al otro lado tenemos, separado por la vertical potente del marco de la ventana, el ángel dispuesto horizontalmente en posición de servir a María, sosteniendo unas azucenas y ofreciéndole la mano en diagonal, pidiéndole que no se asuste porque le trae buenas noticias mientras agachado nos deja ver tras de él la profundidad del espacio.
El paisaje se mezcla con las azucenas y nos presenta en primer plano el árbol de la vida, del bien y del mal, quizás un roble; y detrás un mundo sereno con montañas, ríos, barcos, puentes y castillos idealizados. En las anunciaciones se suele contraponer de fondo el paraíso perdido que sirve para reforzar el sentido de la buena noticia que trae Gabriel, el embarazo de María. La perspectiva del suelo va a parar a la puerta de la muralla a la derecha. Es un bonito paisaje.
La teatralidad en los gestos de los personajes contrasta con la geometría de la arquitectura, con un dibujo muy lineal y el efecto de esas líneas doradas que no se ven del todo bien en la reproducción. El cuadro para su época tenía ya algo de anticuado si nos fijamos en lo que otros andaban pintando en ese momento, pero lejos de ser un defecto forma parte de la gracia de Botticelli. El dorado en cuestión brilla desproporcionadamente respecto del resto de colores al temple, y queda un poco como fuera del cuadro e incluso parece salirse de su mundo. Sólo son líneas, pero quedan estupendamente bien junto con los elementos más actuales renacentistas.
Llama la atención y da motivo para pensar la sombra del ángel en el suelo.
Los pintores del Renacimiento miraron más allá de la Edad Media, hacia la Antigüedad para redescubrirse a sí mismos, y en sus imágenes las cosas del pasado se veían con los ojos del presente. Esta mezcla de tiempos hace que los cuadros de esa época hayan dado lugar a interpretaciones muy diversas y a veces complicadas. Mi explicación de este cuadro es la siguiente: María está sola leyendo y de pronto le asalta una cierta percepción, una sensación chocante y la súbita conciencia que le hace comprender de pronto una serie de cosas. No está mirando al ángel, quizás no lo vea directamente,pero digamos que ha visto su sombra; y toda esa imaginería alrededor la pone el pintor para ilustrarlo en forma de metáforas. No sé lo que está leyendo la Virgen en ese momento, pero da lo mismo: María se da cuenta, o nosotros a través de ella, que se está cumpliendo algo que ya estaba escrito.
Sin embargo el cuadro contiene su secreto. La modelo que sirvió para pintar la Virgen, Simonetta Vespucci, había muerto casi 15 antes de que el cuadro fuese pintado, de manera que Botticelli la pintó de memoria. Simoneta, pertenciente a la alta sociedad, se había casado con Marco Vespucci en 1469, cuya familia empleaba a Botticelli como pintor asiduamente y éste los frecuentaba también como amigo. Pintores como Ghirlandaio o Piero di Cosimo también llegaron a retratarla; pero fue Botticelli quien más veces la pintó, incluso después de su temprana muerte a los 22 años en 1476, en una especie de búsqueda obsesiva de su inspiración, que le hizo seguirla, para estar de nuevo con ella, incluso hasta su sepultura.
Vasari describe en su biografía a Botticelli como muy agradable y bien parecido, y dice que siempre tenía diversión en su taller. Llegó a ganar mucho dinero; sin embargo fue apartándose de la pintura hasta envejecer en la pobreza, paseando por Florencia con muletas y pidiendo limosnas hasta morir en 1510 a los 78 años. Fue enterrado en la Iglesia de todos los Santos, en donde todo parece indicar que ella también descansaba desde hacía 34 años. Las modificaciones a lo largo de los siglos en el lugar y la inundación de 1966 cambiaron la Iglesia por dentro, de manera que no es posible identificar claramente el sepulcro de Simonetta hoy día. Es posible que se encuentre entre la sacristía y la capilla de Giuliano Vespucci.
El cuadro sigue las ideas básicas de la iconografía tradicional sobre la Anunciación. La Virgen, con su habitual vestido rojo y azul, resulta sorprendida en un interior a solas durante su lectura por el ángel Gabriel. Su posición es vertical y ocupa más o menos el tercio derecho del cuadro; queda cortada en la composición, como si no encajara, incómoda en una posición inverosímil; tras de sí tiene la pared gris desnuda y sin profundidad, y parece incapaz de comprender de momento su papel en la trama en la que se ve envuelta. Al otro lado tenemos, separado por la vertical potente del marco de la ventana, el ángel dispuesto horizontalmente en posición de servir a María, sosteniendo unas azucenas y ofreciéndole la mano en diagonal, pidiéndole que no se asuste porque le trae buenas noticias mientras agachado nos deja ver tras de él la profundidad del espacio.
El paisaje se mezcla con las azucenas y nos presenta en primer plano el árbol de la vida, del bien y del mal, quizás un roble; y detrás un mundo sereno con montañas, ríos, barcos, puentes y castillos idealizados. En las anunciaciones se suele contraponer de fondo el paraíso perdido que sirve para reforzar el sentido de la buena noticia que trae Gabriel, el embarazo de María. La perspectiva del suelo va a parar a la puerta de la muralla a la derecha. Es un bonito paisaje.
La teatralidad en los gestos de los personajes contrasta con la geometría de la arquitectura, con un dibujo muy lineal y el efecto de esas líneas doradas que no se ven del todo bien en la reproducción. El cuadro para su época tenía ya algo de anticuado si nos fijamos en lo que otros andaban pintando en ese momento, pero lejos de ser un defecto forma parte de la gracia de Botticelli. El dorado en cuestión brilla desproporcionadamente respecto del resto de colores al temple, y queda un poco como fuera del cuadro e incluso parece salirse de su mundo. Sólo son líneas, pero quedan estupendamente bien junto con los elementos más actuales renacentistas.
Llama la atención y da motivo para pensar la sombra del ángel en el suelo.
Los pintores del Renacimiento miraron más allá de la Edad Media, hacia la Antigüedad para redescubrirse a sí mismos, y en sus imágenes las cosas del pasado se veían con los ojos del presente. Esta mezcla de tiempos hace que los cuadros de esa época hayan dado lugar a interpretaciones muy diversas y a veces complicadas. Mi explicación de este cuadro es la siguiente: María está sola leyendo y de pronto le asalta una cierta percepción, una sensación chocante y la súbita conciencia que le hace comprender de pronto una serie de cosas. No está mirando al ángel, quizás no lo vea directamente,pero digamos que ha visto su sombra; y toda esa imaginería alrededor la pone el pintor para ilustrarlo en forma de metáforas. No sé lo que está leyendo la Virgen en ese momento, pero da lo mismo: María se da cuenta, o nosotros a través de ella, que se está cumpliendo algo que ya estaba escrito.
Sin embargo el cuadro contiene su secreto. La modelo que sirvió para pintar la Virgen, Simonetta Vespucci, había muerto casi 15 antes de que el cuadro fuese pintado, de manera que Botticelli la pintó de memoria. Simoneta, pertenciente a la alta sociedad, se había casado con Marco Vespucci en 1469, cuya familia empleaba a Botticelli como pintor asiduamente y éste los frecuentaba también como amigo. Pintores como Ghirlandaio o Piero di Cosimo también llegaron a retratarla; pero fue Botticelli quien más veces la pintó, incluso después de su temprana muerte a los 22 años en 1476, en una especie de búsqueda obsesiva de su inspiración, que le hizo seguirla, para estar de nuevo con ella, incluso hasta su sepultura.
Vasari describe en su biografía a Botticelli como muy agradable y bien parecido, y dice que siempre tenía diversión en su taller. Llegó a ganar mucho dinero; sin embargo fue apartándose de la pintura hasta envejecer en la pobreza, paseando por Florencia con muletas y pidiendo limosnas hasta morir en 1510 a los 78 años. Fue enterrado en la Iglesia de todos los Santos, en donde todo parece indicar que ella también descansaba desde hacía 34 años. Las modificaciones a lo largo de los siglos en el lugar y la inundación de 1966 cambiaron la Iglesia por dentro, de manera que no es posible identificar claramente el sepulcro de Simonetta hoy día. Es posible que se encuentre entre la sacristía y la capilla de Giuliano Vespucci.
Temple sobre tabla 150 x 156 cms.
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