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jueves, 5 de abril de 2018

El corazón de Chopin.

Cuando las personas conviven a lo largo del tiempo, compartiendo las mismas palabras para referirse a vivencias y experiencias comunes, en un determinado territorio, se da eso que llamamos un pueblo, una cultura o incluso una nación. Polonia en tiempos de Chopin estaba bajo el dominio y la ley del imperio ruso; y ese sometimiento a la fuerza no anulaba su sensación de ser polacos, sino que la aumentaba. La música de Chopin está ligada indisolublemente a su tierra natal, e incluso hoy en día se le considera en Polonia como una gran figura nacional. Pero también conecta al mismo tiempo con todas las culturas del mundo y su popularidad es universal.

La salud de Chopin empeoró gravemente a principios de 1849. En verano llegó a un punto crítico y la muerte lo acechaba: los conocidos que lo visitaban en su apartamento de la plaza Vendôme de París, salían con la sensación de que aquella iba a ser la última vez que lo verían con vida. Su hermana Ludowika partió de Varsovia con su familia en junio para ir junto a Fryderyk.

Antoni Jędrzejewicz, sobrino de Chopin, contó que cuando su madre Ludowika llegó lo encontró muy mal. Chopin sentía fobia a ser enterrado vivo, y a veces conversaba con su hermana acerca de lo que sucedería a su cuerpo en la tumba. Le dijo que le gustaría descansar en el cementerio de Powązki, cerca de Varsovia, junto a su hermana Emilia y cerca de su padre. Pero, sabiendo que no iba a ser posible transportarlo hasta allí, le pidió que al menos llevase su corazón. Mientras que su cuerpo descansaría en el parisino cementerio de Père Lachaisse, cerca de su admirado Bellini.

Después de transmitir sus últimos deseos, el 17 de octubre a las dos de la madrugada moría en su cama consecuencia, según el dictamen médico, de la tuberculosis que padecía. Tenía 39 años. Para su funeral pidió el Réquiem de Mozart, y mientras lo enterraban interpretaron su célebre marcha fúnebre. Su compatriota Cyprian Kamil Norwid, también emigrado en París, le dedicó las siguientes palabras: “De Varsovia por nacimiento, polaco de corazón y ciudadano del mundo por su talento”.

Un par de meses después, Ludowika emprendía el viaje de vuelta a Varsovia con su familia y un secreto oculto debajo de su vestido, mientras cruzaba nerviosa la frontera austríaca y luego la rusa: en un frasco de cristal llevaba embalsamado en alcohol, probablemente cognac, el corazón de su hermano, para que pudiese descansar en su tierra natal. En Varsovia, lo llevó a la Iglesia de la Santa Cruz, cerca del último apartamento que había ocupado Fryderyk en aquella ciudad. Los curas expresaron su recelo respecto de aceptar el corazón de Chopin, al fin y al cabo el compositor no había sido nunca un ejemplo para la Iglesia. Sin embargo al final lo aceptaron y en marzo de 1879 le encontraron un lugar. Una pequeña comitiva acompañaba al corazón en silencio y con discreción aquella tarde: el zar Nicolás I había prohibido la música de Chopin porque causaba incómodos sentimientos patrióticos entre los polacos, así que existía el riesgo de que las autoridades zaristas requisaran la urna con el corazón si daban con él. Schumann dijo que en la música de Chopin había cañones ocultos entre las flores.

Un año después su hermana financió con diversas ayudas la escultura en mármol de Carrara que iba a acompañar al corazón, con la siguiente cita del evangelio de Mateo: “Allá donde esté tu tesoro, estará tu corazón”.

Como cualquier corazón, el de Chopin alternaba sus buenos y malos momentos, sus alegrías y sus tristezas con todos sus matices. Quizás incluso se aburriese en ocasiones. En 1863 los polacos se sublevaron junto a los lituanos contra la ocupación rusa: como represalia por el intento de asesinato del gobernador ruso de Polonia, soldados rusos defenestraron desde un segundo piso el piano de Chopin: el estruendo del piano chocando contra el suelo, con el sonido absurdo y disonante de las cuerdas al romperse, le debió dar un amargo disgusto. Por otra parte, se llevaría seguramente una alegría cuando se proclamó la independencia de Polonia en 1918.

Después del tratado de Versalles, Polonia se anexionó territorios alemanes, mientras que en sus fronteras orientales los ucranianos pretendían independizarse como república. Europa, después del final de la Gran Guerra, seguía siendo un problema de potencias en expansión sin solucionar. El 1 de septiembre de 1939 Alemania cruzaba la frontera polaca por el oeste e invadía rápidamente el país con sus panzerdivisionen: Inglaterra y luego Francia declararon como consecuencia la guerra a Alemania. Mientras tanto los rusos atacaban por el este para invadir territorio polaco, previo pacto con los alemanes. En octubre el gobierno polaco se rendía ante la ofensiva alemana, que ocuparía Varsovia hasta el final de la guerra.

Los alemanes cerraron enseguida el Instituto Chopin y secuestraron sus manuscritos. Hicieron volar el monumento dedicado a su memoria en el parque Łazienki y prohibieron la ejecución de su música. Sin embargo su corazón siguió latiendo en secreto: su música continuó interpretándose en peligrosos conciertos clandestinos en casas particulares.

Nadie en Varsovia pudo haberse imaginado al principio a qué extremos de barbarie llegarían los alemanes durante su ocupación: el gueto para los judíos entró en funcionamiento inmediatamente después de la invasión; montones de fusilamientos diarios e indiscriminados de población civil se convirtieron en una práctica habitual; destruyeron concienzudamente cualquier expresión de la cultura polaca; desplazaron en misteriosos trenes a la población que no consideraban germanizable; Treblinka estaba a 100 km de Varsovia y Auschwitz sólo a 300. Había en todo aquello una inhumanidad desproporcionada, todo lo que sucedía resultaba difícil de creer y de explicar. Incluso hoy en día.

El 19 de abril de 1943 se rebelaban los judíos del gueto: aguantaron un mes el ataque del ejército alemán hasta ser aplastados. El 1 de agosto de 1944 estallaba el levantamiento de Varsovia. Las calles y edificios de la ciudad se convirtieron en un sangriento campo de batalla. Durante el combate los alemanes tomaron la Iglesia de la Santa Cruz. El periodista Andrzej Pettyn ha documentado lo sucedido durante aquellos días, y entrevistó al Padre Alojzy Niedziela, que fue testigo de lo que entonces sucedió: los alemanes descubrieron la urna con el corazón y se ofrecieron, con su propio capellán, para llevarlo a un sitio seguro y protegerlo. Los párrocos polacos accedieron al cabo de un par de días.

El comandante de las SS Heinz Reinefarth contó por su parte, años después de que terminara la guerra, que sus hombres encontraron, tras un enfrentamiento con los milicianos polacos junto a la Iglesia, la urna con el corazón. Se la llevaron y la dejaron dentro de una caja de cuero en su cama. Contactó con el general de las SS Erich von dem Bach, que a su vez llamó al arzobispo de Varsovia para averiguar a quién correspondía la reliquia. Reinefarth, amante de la música, abrió la caja y descubrió que se trataba del corazón de Chopin.

Von dem Bach, consciente de que la guerra no iba bien, aprovechó la ocasión para intentar limpiar su imagen ante los polacos. Organizó una especie de evento propagandístico con una puesta en escena adornada de grandes banderas rojas y esvásticas negras, con focos y cámaras de cine que pudiesen captar el momento en el que los alemanes devolviesen, con toda solemnidad, el corazón de Chopin en una urna de madera a Su Excelencia el Padre Antoni Szlagowski, administrador de la archidiócesis de Varsovia, en presencia de diversas autoridades. Un oficial superior de von dem Bach se acercó al anciano Szlagowski, para entregarle la urna con el corazón acompañándose del siguiente discurso:

"En esta guerra, el Gran Reich siempre ha hecho todo lo que está en su poder para proteger de la destrucción, los más valiosos bienes de la cultura de la humanidad para las generaciones futuras. Un soldado alemán en el Este defiende la antigua cultura cristiana de la extinción y la barbarie ... Yo, por orden del Obergruppenführer y General von dem Bach, le hago entrega del ataúd con el corazón de Chopin, encontrado por nuestros soldados ".

Un inesperado accidente provocó que las luces se apagaran de repente, y así no pudieron filmar la entrega de la urna.

El arzobispo regresó con el corazón a Milanówka y, preocupado por que los alemanes cambiaran de opinión y quisieran recuperarlo de nuevo, lo trasladó en secreto a una casa particular durante un tiempo. Luego le hicieron una bonita caja de madera que lo contuviese en su frasco de cristal.

El ejército alemán comandado por Von Den Bach fue desbastador con el levantamiento de Varsovia: masacraron a los milicianos y a la población civil, con un balance de al menos 200 mil muertos, incluyendo la atroz matanza de Wola. Destruyó sistemáticamente con la artillería y los bombardeos de la Luftwaffe la ciudad siguiendo las instrucciones de Himmler: parecía que quisieran hacerla desaparecer de la faz de la tierra y de la memoria de las personas. Varsovia se había convertido en una especie de fantasmagórico y apocalíptico escenario vacío de vida.

Después de la rendición alemana, en Mayo de 1945 decidieron verificar el estado del corazón y desmontaron la urna de madera con todas sus protecciones. Comprobaron que se hallaba en perfecto estado de conservación, y se sorprendieron de su tamaño: se trataba de un corazón anormalmente grande, más si consideramos que Chopin medía apenas metro setenta y pesaba unos 40 kilos por entonces. En el 96 aniversario de su muerte, el 17 de octubre de ese mismo año, el corazón volvería a Varsovia, pasando por su pueblo natal Zelazowa Wola, en lo que se convertiría en un gran acontecimiento nacional. La gente salía a las ventanas adornadas con banderas rojas y blancas para ver pasar el coche que lo transportaría hasta la Iglesia de la Santa Cruz, mientras filas de personas flanqueaban las carreteras y las calles, con la cabeza inclinada y en silencio, con una emoción difícil de definir al ver que el corazón con su urna volvía por fin a su lugar en una Polonia que acaba de sufrir el peor episodio de su historia: casi siete millones de polacos, principalmente civiles, habían muerto durante la ocupación alemana. Un carro cargado con flores seguía al corazón, y de vez en cuando se le acercaba alguien para depositar también las suyas.

Cuando devolvieron por fin el corazón de vuelta a su lugar de la Iglesia de la Santa Cruz, en presencia de todas las autoridades, el profesor Henryk Sztompka interpretó mazurcas de Chopin, el nocturno en do sostenido menor, y la polonesa en La bemol mayor.

Una vez acabada la guerra comenzó un nuevo reparto del mundo, y la URSS se anexionó parte del territorio polaco, mientras que por el otro lado una franja de Alemania pasaba a ser polaca. El gobierno polaco en el exilio durante la ocupación alemana, no iba a poder volver y tendría que seguir en el exilio durante unas cuantas décadas más: la república de Polonia pasó a formar parte de un imperio soviético represivo en grado extremo, envuelto de una propaganda omnipresente que pretendía justificar su modelo de vida, así como anular cualquier sentimiento nacional polaco. Una vez más, el corazón de Chopin iba a tener que seguir latiendo con resignación en los tiempos adversos que iban a seguir.

La estatua del parque Łazienki en memoria de Chopin, que habían hecho volar los alemanes, fue reconstruida en 1958. Y cuando las personas no saben o no pueden cambiar las cosas, se encarga de hacerlo el tiempo a su manera. Los 60 y los 70 dieron lugar a los años 80: el sindicato Solidaridad, apoyado por la iglesia católica, la opinión general y el respaldo internacional, condujo al país hacia la democracia y su occidentalización mientras el imperio soviético comenzaba a desmoronarse. En el 2004 Polonia ingresaba en la Unión Europea, conservando su moneda.

En el 2008 un grupo de científicos propuso analizar el ADN del corazón de Chopin, y verificar la auténtica causa de su muerte: su teoría era que no había muerto directamente de la tuberculosis que padecía, sino de fibrosis quística y la pericarditis consecuente que explicaría el enorme tamaño de su corazón. El gobierno polaco decidió rechazar la petición y dejar descansar así al corazón, que había sufrido más de lo que ningún corazón puede aguantar durante sus 160 años de vicisitudes.

El nocturno en do menor tiene tres partes: la primera contiene frases inspiradas por algún tipo de desánimo, que terminan cayendo hacia abajo en sus últimas notas como llevándolas hacia la nada. Entonces viene un momento reflexivo, seguido de una reacción emocional de afirmación que se llena de una violenta vitalidad y fuerza; sobre la que construye una tercera parte esperanzadora y dolorosa a la vez, con un ritmo que late y una melodía que ata los cabos sueltos del principio, cerrando con un pensamiento de notas ascendentes y su final. Da la sensación al escuchar un acorde menor que nos falta algo, simplemente porque entre la primera nota de la escala y la tercera hay un semitono menos que en una escala mayor. Hay en el fondo de todo esto un sentimiento de pérdida. Interpreta Artur Rubinstein.

Las imágenes proceden del archivo fotográfico del Museo del Levantamiento de Varsovia.

viernes, 20 de octubre de 2017

Il prete rosso.

Antonio Lucio Vivaldi nació el 4 de marzo de 1678 en Venecia. Aprendió a tocar el violín a edad temprana con su padre, violinista profesional, quien le debió guiar seguramente en sus estudios musicales mientras paralelamente iba completando los del sacerdocio. En marzo de 1703 se ordenó sacerdote a los 25 años, y seis meses después se convirtió en maestro de violín en el orfanato llamado Ospedalle della Pietà de Venecia.

Algún tipo de afección pulmonar o respiratoria, posiblemente asma, le impidió dedicarse, según comentó él mismo, al sacerdocio: se quedaba sin aire dando misa, así como cuando caminaba un trecho, de manera que solía desplazarse en carruaje o en una góndola, para no fatigarse en exceso por las callejuelas, puentes y el montón de escalones que tiene la ciudad de los canales.


Cuatro orfanatos públicos acogían en Venecia a los numerosos huérfanos victimas de lo que podríamos llamar los estragos de la vida, sin familia cercana o con familiares que no podían hacerse cargo de ellos: el de la Pietà, el de los Mendicanti, el Ospedalleto y el de los Incurabili. Acogían principalmente niños de edad entre 6 y 10 años, que recibían una educación y aprendían un oficio para salir enseguida como aprendices. Las niñas aprendían labores consideradas como femeninas, y si mostraban un talento al respecto, pasaban a dedicarse a la música. El Ospedalle della Pietà, fundado en 1346 y en actividad hasta 1797,  tenía una orquesta y coro exclusivamente femenino de renombre tanto en Venecia como fuera de ella. Estas muchachas dedicadas a la música llevaban una vida retirada, y a partir de una cierta edad podían optar por un matrimonio, para el cual el orfanato aportaba una dote; o seguir con la música o irse a un convento. La mayoría de composiciones de Vivaldi, sacras y profanas, se hicieron a medida de esas muchachas, que eran conocidas y admiradas en una Venecia en la que la música parecía ser el alma de la ciudad.


“No me falta música. Casi no hay noche en la que no se dé algún concierto privado en alguna parte; la gente va corriendo al canal a escucharla como si fuese por primera vez. La locura de Venecia por este arte es inconcebible.”, escribe el viajero francés de Brosses durante su estancia en 1739. Y continúa hablando de las muchachas de los orfanatos, en particular de las de la Pietà:

“Cantan como los ángeles, y tocan el violín, la flauta, el órgano, el oboe, el violonchelo, el fagot: en una palabra, no hay instrumento, por grande que sea, que les asuste. Viven en clausura como religiosas. Ellas son las únicas intérpretes, y cada concierto se compone de unas cuarenta muchachas. Os juro que no hay nada más agradable de ver que una joven y bonita religiosa en hábito blanco, con un ramito de granadas en la oreja, dirigir la orquesta y marcar el compás con toda la gracia y precisión imaginables.”

En 1743 Rousseau trabajaba en la embajada francesa de Venecia, y no dejaba de asistir nunca a los orfanatos a escuchar música. Él, amante de la música, dijo lo siguiente:

“A mi modo de ver hay una música muy superior a la de las óperas y que no tiene parecido en Italia ni en el resto del mundo, y es la de las scuole.”

Es decir, los orfanatos. Y a continuación nos muestra el resultado de idealizar demasiado las cosas de esta vida:

“La iglesia se llenaba siempre de aficionados, y hasta los mismos actores de la ópera iban a estudiar el verdadero gusto en el canto de esos excelentes modelos. Lo que me desconsolaba eran aquellas malditas rejas que, dejando sólo paso a los sonidos, me ocultaban los bellos ángeles que tales voces tenían. Yo no hablaba de otra cosa. Un día, conversando de ello en casa de Le Blond, éste me dijo: "Si tenéis curiosidad por conocer a esas niñas, será fácil satisfaceros. Yo soy uno de los administradores de la casa y quiero que podáis merendar en su compañía". No le dejé en paz hasta que cumplió su palabra. Al entrar en el salón que encerraba esas codiciadas bellezas sentí́ una emoción amorosa que jamás había experimentado. El señor Le Blond me presentó, una tras otra, todas aquellas cantatrices célebres, de quienes no conocía más que la voz y el nombre. "Venid, Sofía...". Era horrible. "Venid, Cattína..." Era tuerta. "Venid, Batti....." Estaba desfigurada por la viruela. Apenas había una que no tuviese un defecto notable. El malvado se reía de mi cruel sorpresa. Sin embargo, hubo dos o tres que no me parecieron del todo feas: mas no cantaban sino en los coros. Yo estaba desconsolado.”

La vida en aquella Venecia que iba saliendo del barroco del XVII, para adentrarse en el nuevo siglo que la vería desaparecer como república tras las guerras napoleónicas, era complicada y contradictoria. Si por un lado era socialmente muy estricta y ordenada, y no toleraba desviaciones al respecto, por el otro daba expresión a su sentido de la diversión con un carnaval que duraba 6 meses. Y si por un lado exhibía la opulencia y el lujo de sus fiestas, conocidas en toda Europa y motivo turístico ya por entonces de numerosos viajeros, por el otro carecía como contrapartida de una base económica sólida para tanto adorno, como si se hubiese vuelto hacia lo superficial aislada en una especie de irrealidad.


En su primer día de carnaval en 1730, el viajero alemán barón de Pöllnitz se fue a pasear por la ciudad disfrazado de Domino. En la plaza San Marco se le acercaron dos mujeres enmascaradas. Una le estiró de la manga y le dijo: “Señor, yo y esta señora junto a mí, mi amiga, nos imaginamos por su porte más bien alto que no sois un hombre de aquí, sino un extranjero, y nos parece también que no sois una persona vulgar. Nos encantaría compartir una conversación y será un placer dar una vuelta por la plaza”. Se presentaron como la signora M y la esposa del signor C, y el alemán se quitó la máscara para presentarse, según cuenta en su carta.

De Brosses dijo respecto de las religiosas que había podido ver en Venecia:

“Todas las que he visto en misa, a través de la reja, charlando durante toda la ceremonia y riendo juntas, me han parecido bonitas en grado sumo y ataviadas como para hacer valer su belleza. Llevan un pequeño tocado encantador, un hábito sencillo, con naturalidad, casi siempre blanco, que les descubre los hombros y el escote, como los vestidos a la romana de nuestras actrices.”

Éste es el contexto de las aventuras que Casanova nos cuenta en sus memorias hasta su detención, posterior fuga de la cárcel y huida de Venecia. En 1753 recibe una misteriosa invitación anónima en nombre de una monja de unos 22 años, que desea conocerlo:

"Nombre una noche, la hora, el lugar de la cita y la verá salir de una góndola. Solamente tenga cuidado de estar ahí solo, enmascarado y con un linterna."

En la vida de los hombres y mujeres de Venecia se daba una combinación entre la relajación de unas costumbres por las que se asomaba a veces un cierto libertinaje, y el férreo control de la religión haciendo de camisa de fuerza, en una especie de estado policial paranoico y represivo. El caso es que para Carnaval la ciudad se convertía en una formidable mascarada con sus noches de fiesta y juego.

En 1715 el arquitecto alemán von Uffenbach describió el virtuosismo de Vivaldi ejecutando el violín: “Vivaldi interpretó un acompañamiento en solitario de manera excelente, y en la conclusión añadió una fantasía improvisada que me sorprendió absolutamente, porque es casi imposible que alguien haya tocado alguna vez, o pueda tocar, de esa manera”.

Vivaldi había publicado en 1711 en Amsterdam su primer ciclo de conciertos, “L’Estro Armonico”. La riqueza de ritmos, el sonido vibrante y su facilidad para las melodías, así como la relación que mantienen el instrumento protagonista y la orquesta, daban una profundidad a la música que impresionó a Bach, quien decidió transcribir algunas partes para teclado y órgano.


En 1714 publica un segundo ciclo de conciertos muy inspirado, La Stravaganza.


La fama de sus conciertos, que agrupaba normalmente alrededor de un concepto e incluso refiriéndose a un tema figurativo (“el verano”, “la noche”, “la caza”, "la tempestad del mar", etc.) , se extendió por Europa. “Il Cimento dell’armonia e dell’invenzione”, con sus cuatro estaciones, lo publicó de nuevo en Amsterdam en 1725. El conjunto de conciertos denominados “La cetra” en 1727. El conjunto de 6 conciertos para flauta opus 10, en 1728. Los 2 últimos lotes de conciertos opus 11 y opus 12, en 1729. Entonces llegó a la conclusión de que no publicaría más, puesto que cualquiera podía copiarlos, como de hecho sucedía; así que pasó a vender directamente sus originales manuscritos que su familia ayudaba a transcribir.


A los 35 años estrenaba en 1713 su primera ópera, “Ottone in Villa”, en Vicenza. Un año después pudo estrenar en la misma Venecia “Orlando finto pazzo”, en el teatro San Angelo. La ópera tenía un importante protagonismo en la música de Venecia, y representaba una oportunidad para triunfar tanto como compositor como económicamente; sin embargo tendría que ejercer también de empresario, con el riesgo financiero que ello conllevaba. Y la competencia en el mercado operístico era tremenda. Vivaldi tuvo que trabajar en teatros secundarios, y salir de viaje muchas veces fuera de Venecia buscando teatros e ingresos, encontrándose por el camino con multitud de dificultades.

Goldoni nos relata en sus memorias el encuentro que tuvo de joven con el cura pelirrojo en las fechas previas al estreno de Griselda en 1735. Vivaldi estaba nervioso, era su primera oportunidad de representar una ópera seria en uno de los teatros más prestigiosos de Venecia, el de San Samuele. Goldoni se iba a encargar de unas modificaciones de última hora en el libreto. Cuando llegó a la casa de Vivaldi, lo encontró rodeado de su música con el breviario en sus manos. Éste se puso en pie, se santiguó, dejó el breviario a un lado y entró en materia mientras se volvía a santiguar: la señorita Girò, que iba a representar a la paciente Griselda, necesitaba un aria expresiva y llena de agitación, a ser posible interrumpiendo las palabras para suspirar, o con un poco de acción, en fin, algo más teatral. Mientras le explicaba todo esto a Goldoni, se interrumpía encomendándose a Dios en latín. Goldoni continúa:

“Burlándose de mí, el abate me tendió el drama, me proporcionó papel y un escritorio, volvió a coger su breviario, y recitó sus salmos y sus himnos dando un paseo. Releí la escena que ya conocía; recapitulé lo que deseaba el músico y, en menos de un cuarto de hora, anoté en el papel un aria de ocho versos dividida en dos partes; llamé a mi eclesiástico y le mostré mi trabajo. Vivaldi lo leyó, desfrunció el ceño, volvió a leerlo, dio gritos de alegría, arrojó su oficio al suelo y llamó a la señorita Girò. Ella acudió. “¡Ah! –le dijo-, he aquí un hombre excepcional, un poeta excelente: lea este aria, la hizo este señor de aquí, sin moverse, en menos de un cuarto de hora”; y, volviéndose hacia mí: “¡Ah! Señor, le pido disculpas”; y me abrazó, y aseguró que nunca habría otro poeta como yo. Me entregó el drama y me ordenó otros cambios; siempre contento de mí, la ópera salió de maravilla”.


Goldoni dice de Vivaldi que era “un excelente violinista y compositor mediocre”. Quizás hoy, desde la perspectiva que nos ha dado el tiempo que ha pasado, su música suene mejor que entonces, y estemos en situación de comprender también mejor su dimensión como compositor que en aquel momento, cuando era considerado principalmente como un gran violinista en Venecia. Un viajero inglés escribió en su cuaderno en 1721:

"Es muy frecuente allí ver a sacerdotes en la orquesta. El célebre Vivaldi, al que llaman el "prete rosso", muy conocido entre nosotros por sus conciertos, los superaba a todos".

Vivaldi tenía sentido para lo dramático y se esmeró en la música de Griselda, que es espectacular. Si de algo peca la ópera, tal vez sea de haber querido impresionar demasiado al público. También hay que decir que aunque la Girò tenía más arias que los demás, y por lo tanto más protagonismo, lo cierto es que sus arias no eran las más llamativas.


Goldoni se otorgó en su relato un protagonismo a sí mismo que excedía en importancia a su verdadera contribución en todo aquello. Y la caricatura que hace de Vivaldi, representando teatralmente su papel de cura piadoso, tampoco nos da una pista de lo que podría ocultar detrás de la máscara.

Tampoco disponemos de buenos retratos: es posible que posara para el grabado de Morellon de la Cave, que acompañaba la publicación en Amsterdam de Il cimento dell'armonia e dell'inventione en 1725, o tal vez no y se trate de copia de algún otro retrato; sin embargo es prácticamente seguro que posó para la caricatura que le hizo Ghezzin en 1723. En ambos casos parece un tipo con chispa, con tendencia a sonreír y de mirada inteligente.


El retrato anónimo de Bolonia hace pensar en Vivaldi, pese a no haber ninguna documentación que lo relacione.



Guarda una evidente semejanza con el grabado de Ámsterdam en la indumentaria, la pose y los rasgos. Según Goldoni, era más conocido por su mote, Il Prete Rosso (el Cura Pelirrojo) —tal como anota Ghezzin en su leyenda—, que por su nombre real; por lo que es posible que el protagonismo que adquiere el color rojo en el cuadro tenga que ver con ese apodo. En cuanto a la nariz, tal como está pintada, coincide en su estructura con la que vemos de perfil en la caricatura de Ghezzin. En ambos casos se puede apreciar la misma línea que separa el pómulo derecho de la base de la nariz; la forma y altura de la frente son calcadas; la barbilla, en la que se adivina un hoyuelo, es muy parecida; y el labio superior sobresale con una expresión similar en los dos retratos. Incluso la mirada, con los párpados un poco caídos y los ojos notablemente separados —que se adivina en el perfil que dibujó Ghezzin por el espacio que media entre el ojo y la base de la nariz— parece la misma.



Y un detalle común en los tres retratos: en ninguno parece un cura. De manera que si consideramos además que el óleo sobre tela se corresponde a aquella época y lugar, y que alguien, no sé quién ni en qué momento, lo relacionó con Vivaldi, no nos costará nada admitirlo como una imagen perfectamente asociable a Antonio Lucio Vivaldi.

La música da expresión a emociones represadas, y cualquiera puede ver que Vivaldi tenía un montón. Es a través de ella que podemos percibirlo: en la alegría desbordante o la dramática tensión de sus allegros; en la serenidad, delicadeza e incluso melancolía que escuchamos en sus largos; en el patetismo de sus adagios; en la energía controlada que demuestra en sus andantes; en su dominio total del ritmo, desde lo más animado hasta lo más pausado; en sus melodías que le salían con total naturalidad; o en el sonido vibrante y eléctrico de las secciones de cuerda y de viento que crea su atmósfera tan personal, o en la impresionante inventiva y energía creativa en general de su música. Quizás fuese en ocasiones hipócrita, tal vez evitara a veces la sinceridad; seguramente representaba un papel, o varios, en el teatro de este mundo; probablemente tuvo que mentir, como lo hace cualquiera, para poder sortear situaciones complicadas; pero en donde no cabía ningún tipo de falsedad ni disimulo era en su música, absolutamente auténtica y que manaba directamente de su sensibilidad, y que discurría gracias a la pureza de su genio para darle forma en aquella Venecia del barroco que más o menos venimos retratando.


Goldoni dedicó también unas palabras a de Anna Girò, que curiosamente estaba en ese momento en casa del compositor: Vivaldi hace como propia la preocupación y los deseos de su prima donna, y muestra de esa manera que ejercía realmente algún tipo de influencia en él, por qué no decirlo, como mujer. Ella había nacido hacia 1710 y aprendido música de niña con Vivaldi, hasta que pasó a formar parte de su vida tanto profesionalmente como en lo personal: ella, su hermanastra y su madre ayudaban a un Vivaldi precario de salud y le acompañaban en los viajes. Con 14 años debuta con éxito como cantante en una ópera de Albinoni.  A los 16 participa ya en las óperas de Vivaldi, para la que escribe música a su medida. Y así siguieron juntos hasta 1740. Según Goldoni, Anna no era particularmente guapa, pero sí tenía su gracia: era de bonita figura, sus ojos y su pelo eran hermosos, y sus labios encantadores; y aunque no tenía una gran voz, sabía usarla dramáticamente y era una buena actriz.

Vivaldi se había ido alejando del sacerdocio para dedicarse a su música, primero con el orfanato y luego con sus óperas. Puede decirse que Anna Girò formaba parte de sus óperas, lo mismo que de sus viajes y de su vida. Hasta qué punto intimaron, es una duda que debió molestar particularmente a la alta moralidad del cardenal Tommaso Ruffo, que un buen día prohibió a Vivaldi su entrada en Ferrara por conducta inapropiada de un eclesiástico, en uno de sus viajes para preparar la representación de una ópera.

El 16 de noviembre de 1737, Vivaldi escribe a su protector el marqués Bentivoglio en los siguientes términos:

“Lo que más me preocupa es la mancha que su Eminencia, el cardenal Ruffo, ha vertido sobre estas pobres mujeres, por algo que se debería probar.”

Y continúa:

“Hace veinticinco años que no digo misa, y ya nunca la diré, no por orden o prohibición como Vuestra Eminencia podrá informarse, sino por mi propia decisión, y ello a causa de un mal que padezco de nacimiento y que me atormenta.

Apenas ordenado sacerdote, dije misa durante un año o poco más, y luego abandoné tras haber tenido que dejar el altar tres veces sin terminarla a causa del ese mismo mal. Por esa razón, vivo casi sin salir de casa, y sólo salgo de ella en góndola o en carroza, porque el mal, o la estrechez del pecho me impide caminar.

Ningún caballero me invita a su casa, ni siquiera nuestro príncipe porque todos están informados de mi condición. Normalmente, puedo salir nada más comer, pero nunca a pie. Ése es el motivo por el que no celebro misa. Fui a Roma para la ópera, tres carnavales seguidos, y como Vuestra Excelencia sabe, nunca solicité la misa, aunque toqué en el teatro y es bien sabido que Su Santidad misma quiso oírme tocar y me dedicó mil elogios. Fui invitado a Viena y nunca dije misa. En Mantua estuve tres años al servicio del muy piadoso príncipe de Darstadt junto con las mencionadas damas, que siempre fueron muy honradas por Su Augusta Majestad con la mayor amabilidad, y nunca dije misa. Mis viajes siempre fueron muy caros, porque siempre llevé conmigo cuatro o cinco personas para ayudarme.

Todo lo bueno que puedo hacer, lo hago en mi propia casa y en mi mesa de trabajo. Por consiguiente, tengo el honor de mantener correspondencia con nueve príncipes y mis cartas viajan por toda Europa. He escrito al Signor Mazzucchi que no puedo ir a Ferrara si no me permite quedarme en su casa. En resumen, todo esto es consecuencia de mi enfermedad, y las señoras mencionadas me son muy útiles por conocer muy bien mi dolencia.

Estas verdades son conocidas en la mayor parte de Europa. Apelo por lo tanto a la bondad de Su Excelencia para informar amablemente a Su Eminencia el Cardenal Ruffo, ya que el fracaso en esa empresa sería mi ruina total.”

Una semana después escribe de nuevo al marqués de Ventivoglio:

“En casa, no vivo con las Girò. Las malas lenguas pueden decir lo que quieran, pero Vuestra Excelencia sabe que en Venecia una es mi casa, que me cuesta 200 ducados, y otra, lejos de la mía, es la de las Girò.”

Su constante preocupación por el dinero resulta perfectamente comprensible como músico, profesión económicamente vulnerable. De Brosses dice en su carta: “Vivaldi se hizo amigo íntimo mío para venderme conciertos harto caros. En parte se salió con la suya, y yo también en lo que yo deseaba, que era oírle y disfrutar a menudo de buenas recreaciones musicales: es un viejo con una furia compositiva prodigiosa. Le oí comprometerse a componer un concierto, con todas sus partes, en menos tiempo del que un copista tardaría en copiarlo. He descubierto, con gran asombro, que no es tan estimado como se merece en este país, donde todo está y pasa de moda.”

Fuese porque había perdido el favor del público, o el de sus protectores; o por las dificultades financieras en las que se vio envuelto en su aventura operística; o por el incidente que le había creado el Cardenal Ruffo; o por cualquier otro tipo de problema con el que se pudiese topar, el caso es que en septiembre de 1740 decidió irse de Venecia para dirigirse a Viena, pasando de camino por Graz, donde estaba actuando Anna Girò. Es de suponer que en el viaje iría acompañado, quizás esta vez por su propia familia. Si había depositado esperanzas en lograr algún cargo musical en Viena bajo la protección del emperador Carlos VI, tuvo que desengañarse pronto al enterarse de su muerte el 20 de octubre, con la clausura obligada de todos los teatros durante un año en señal de duelo. No consiguió encontrar su lugar en la ciudad imperial, ni tampoco una conexión con otras ciudades como Dresde o Praga, donde había cosechado éxitos. Probablemente estuviese considerando volverse a Venecia. Un mes antes de su muerte vende unos conciertos a un particular. Y el 28 de Julio de 1741, muere por algún tipo de infección, y es sepultado con toda modestia el mismo día.

En septiembre aparece un epitafio en las Commemoriali Gradenigo, una especie de revista informativa acerca de las instituciones y personalidades venecianas, haciéndose eco de su muerte: “En un tiempo, había ganado más de 50.000 ducados; pero su prodigalidad desordenada lo hizo morir pobre en Viena”. Empezaba el olvido de Vivaldi en este mundo.



Epílogo:

En 1926 el rector del colegio salesiano San Carlo, en el pueblo de Borgo San Martino, región del Piamonte, decidió que había llegado el momento de reparar los desperfectos que el edificio había ido acumulando a lo largo del tiempo, y para financiar la obra pensó en sacar a la venta el montón de libros y manuscritos viejos y polvorientos de música que guardaban descuidadamente en la biblioteca del colegio. Llamó entonces al director de la Biblioteca Nacional Universitaria de Turín, Luigi Torri, para que tasara la colección, y éste le pidió opinión a Alberto Gentili, profesor de historia de la música en la universidad.

Gentili descubrió 14 partituras de Vivaldi, un compositor relativamente conocido, o poco conocido, en aquel momento. No queriendo que su hallazgo se dispersara entre diversos anticuarios, ni deseoso de que pasara a manos del Estado italiano, creyó que su destino debería ser la Biblioteca de Turín, que en aquel momento carecía del dinero necesario para adquirirlo.

Gentili se las ingenió para conseguir donaciones privadas con las que financió la compra de ese lote de documentos en 1927, que fue entregado a la Biblioteca. Examinando aquellos manuscritos, Gentili se dio entonces cuenta de que debería haber un segundo lote en alguna parte, y empezó a rastrearlo. Los libros y manuscritos de los salesianos había sido legados por Marcello Durazzo, perteneciente a una antigua y noble familia genovesa. Un par de años después consiguieron identificar al propietario del segundo lote y descubrieron 13 nuevas obras. Todo parecía indicar que la familia de Vivaldi había vendido el montón de partituras  después de su muerte como un sólo lote, y en algún momento la familia Durazzo se hizo con él.

Gentili gestionó de nuevo otra donación con la que financió la compra de la segunda parte, y lo entregó a la Biblioteca de Turín.

Sin embargo el descubrimiento no pudo salir a la luz hasta después de la guerra mundial: Gentili, que tenía los derechos reservados del estudio y publicación de la colección, era judío, y por lo tanto no podía acceder a ningún cargo académico según las leyes raciales del gobierno fascista de Mussolini. Gracias a esas donaciones consiguieron juntar 30 cantatas profanas, 42 piezas sacras, 20 óperas, 307 piezas instrumentales y el oratorio Judith Triunfante: en resumen, un total de 450 piezas que dieron una nueva dimensión a la extraordinaria música del cura pelirrojo.

domingo, 25 de junio de 2017

Vida, amores, guerras y canciones del caballero y trovador Raimbaut de Vaqueiras.

La información que nos ha llegado de Raimbaut de Vaqueiras procede de los cancioneros manuscritos de poesía trovadoresca que se han conservado. Esos cancioneros incluyen las llamadas Vidas, breves semblanzas biográficas ilustradas con miniaturas de los trovadores que escribieron en provenzal desde Cataluña, pasando por el mediodía francés hasta el Piamonte durante los siglos XII y XIII. Después de la Vida venían, escritas con otro color de tinta, las llamadas Razós, introducciones específicas a determinadas canciones que también incluían a veces un pentagrama con la melodía. Los juglares que difundían estas canciones se ayudaban de estos cancioneros en sus repertorios, y cuando las presentaban en público primero contaban la vida del trovador y después de la Razó correspondiente, pasaban a interpretar esa canción.

De manera que entre las Vidas, las Razós, lo que no cuentan las propias canciones y cartas de Raimbaut y diversas informaciones relativas a los personajes de su entorno, podemos imaginarnos de alguna manera su vida.

Raimbaut llegó a la casa de Monferrato en el norte de Italia hacia 1190. Tenía entonces unos 25 años y venía de la Provenza, en donde había empezado como juglar y progresado como trovador y hombre de armas en la corte del príncipe de Orange. El marqués Bonifacio de Monferrato era 15 años mayor que Raimbaut y lo acogió en su corte como trovador, y pronto como caballero y compañero de armas e incluso como amigo. En las 3 cartas épicas que le dirigió al Marqués, según parece en los últimos años de su vida, podemos leer las diversas peripecias que vivieron juntos durante la década que siguió:

“Señor marqués, no me negaréis porque es verdad, y lo sabéis muy bien, que yo estaba a vuestro lado, como buen vasallo, cuando atacasteis en Quarto, entre Asti y Annone; cuatrocientos caballeros os perseguían a todo galope, y a vuestro lado teníais apenas diez que os acompañaran, y entonces os volvisteis y les golpeasteis con fuerza: luego os temían más que la grulla al halcón. Y atendí la necesidad más urgente cuando vos y yo levantamos ágilmente de la arena al marqués Albert, que había caído de la silla. Y he estado en grave cautiverio a causa de vuestras guerras, y he hecho muchas incursiones, allí por Ricaldone, y he quemado muchas casas, atacando con vos en Caranzano. Y en Messina os cubrí con el escudo en medio de la batalla, cuando venían hacia vos flechas, y lanzas, y espadas y cuchillos.”

En otra carta:

“Y me viene a la mente también cuando Aimonet, el juglar, vino a Montalto con la noticia de que querían enviar a Jacobina a Cerdeña y hacerla casar contra su voluntad. Entonces vos empezasteis a suspirar, y recuerdo cómo os dio un beso al despedirse de vos, cuando os suplicó tan ansiosamente que la protegieras de su tío, que quería desheredarla.

Así que enviasteis a cinco jinetes, lo mejor que pudisteis encontrar, montamos a caballo y cabalgamos de noche después de la cena, vos, Guiot, Hugonet del Far y Bertaldo, que bien sabían cómo guiarnos, y yo, pues no me quiero pasar por alto a mí mismo, ya que yo fui quien la sacó del puerto en el momento del embarcar.

La alarma sonó por tierra y por mar, y gente a caballo y a pie nos buscaron: fue una gran persecución, y nos preparamos para irnos y nos parecía que nos íbamos a escapar hasta que los de Pisa vinieron a atacarnos. Y cuando vimos tantos caballeros cortándonos el paso, en apretada formación, tantos caballeros con sus cotas de malla y finos y brillantes cascos, y sus estandartes al viento, fuimos a escondernos entre Albenga y Finale. Allí oímos muchos cuernos y clarines que sonaban, y muchos gritos de guerra que venían de muchos lados: y no hace falta preguntar si no estábamos asustados.

Dos días pasamos sin beber ni comer. Al tercero resolvimos salir, y nos encontramos en el paso de Belhestar con doce bandoleros que estaban allí para robar, y estábamos en un aprieto porque no podíamos asaltar a caballo aquel lugar. Así que fuimos a pelear contra ellos a pie, y yo fui herido con una lanza a través de mi collar, pero herí a tres o cuatro, creo recordar, de manera que los hice darse vuelta y retroceder. Y Bertaldo y Hugonet del Far vinieron a mi rescate al verme herido, y entre los tres libramos el paso de los bandoleros, para que pudierais cruzar libremente, debéis recordarlo. Después de eso, comimos con placer un almuerzo frugal de pan solo, sin beber y sin lavarnos.

Al anochecer llegamos a Pueg-clar, y el señor Aicio estaba tan feliz y tanto nos quería honrar que hubiese dejado a su hija, la hermosa Aigleta, yacer con vos, si lo hubieseis aceptado.

A la mañana siguiente, como noble señor feudal, quisisteis recompensar a nuestro anfitrión generosamente, y Anselmet se casó con Jacobina, que recuperó el condado de Ventimiglia después de la muerte de su hermano, a pesar de las tretas de su tío que creía haberse deshecho de ella. Luego buscasteis un marido para Aigleta, y la entregasteis a Gui de Montélimar.”

Los trovadores procedían mayoritariamente de la baja nobleza, pero también surgieron entre la nobleza más alta así como de los estamentos más humildes. Y fue protagonizado tanto por hombres como por mujeres (las llamadas trobairises; trobairitz en singular). Hay en sus canciones unos ciertos ideales de que armonizan con la naturaleza. Y si un tema destacó sobre todos los demás, éste fue el del amor, que dio lugar a unas canciones que revolucionaron la mentalidad y cultura de la época y lugar.

Los trovadores no vivían de sus canciones, sino que normalmente pasaban a formar parte de una casa de una cierta riqueza y nobleza como caballeros o cortesanos, y allí cantaban las excelencias de las mujeres de esas casas, que adquirían fama mientras los juglares iban por ahí difundiéndolas. Había señoras de una belleza legendaria, y se daba incluso el caso de hombres que se enamoraban de la mujer de una canción sin haberla conocido, tan sólo con lo que se imaginaban a partir de los versos que escuchaban. Era una especie de género literario y musical aceptado por todos en el que sin embargo se daban ciertos conflictos. El trovador se aproximaba a la mujer con galanterías y se recreaba en las penas y alegrías que ella le causaba con sus negativas y su coqueteo. Pero no siempre era así y el juego amoroso podía terminar en el lecho. Tanto el amor como el sexo trastocan el orden social, y por eso siempre se ha tratado de dominar y reprimir a lo largo del tiempo en cualquier sociedad. Estos juegos amorosos representaban un signo del dinamismo de aquel mundo, que como contrapartida tenía también sus elementos reaccionarios. La cruzada albigense y la persecución de los cátaros fue la manifestación de un conflicto entre quienes representaban una nueva mentalidad, y los que inevitablemente no lo iban a permitir.

En las Vidas de Raimbaut nos presentan a Beatriz como la hermana del marqués Bonifacio de Monferrato, y añaden que estaba casada con Enrique II del Carretto. Sin embargo todo parece indicar que Beatriz fue en realidad la hija menor que Bonifacio tuvo con su primera esposa, Helena del Bosco; y que además no estuvo casada con Enrique del Carretto. En su poema “Truan, mala guerra” de 1200 ó 1201, Raimbaut llama a Beatriz “hija del marqués”, al tiempo que destaca repetidamente su juventud. A diferencia de su hermana Inés, casada después con Enrique de Flandes en un matrimonio políticamente estratégico; y de su hermano Guillermo, sucesor del Marquesado, sabemos muy poco de Beatriz. El caso es que en cuanto Raimbaut llegó a Monferrato y la vio, se quedó prendado de ella y comenzó a dedicarle sus canciones.

En una de sus Vidas podemos leer la siguiente escena de interior en la que sin ser visto Raimbaut pudo espiar el comportamiento de la muchacha en la intimidad:

“Cierto día volvió el marqués de cazar, y entró en la cámara de Beatriz y dejó la espada al lado de una cama, y salió fuera. Y mi señora Beatriz se quedó en la cámara, se quitó el manto y quedó en brial. Y tomó la espada y se la ciñó a estilo de caballero. Y la sacó de la vaina y la levantó, y la tomó con la mano y la apoyó una vez en el brazo y otra en el hombro; y la volvió a la vaina, se la desciñó y la dejó al lado de la cama. Y Raimbaut de Vaqueiras veía por un tragaluz todo lo que os he dicho.”

A partir de entonces la llamó Bel Cavallier (Hermoso Caballero):

Ja non cujei vezer (Nunca creí poder ver)
C'amors mi destreises (Que el amor me torturara)
Tant que dompna’m tengues (Tanto que una dama me tendría)
Del tot en son poder, (Del todo en su poder)
Que contra lor orguoill (Porque frente a su orgullo)
For' orgoillos, cum suoill, (Yo sería orgulloso como suelo)
Mas beutatz e jovens (Pero hermosura y juventud)
E gentils cors plazens (El agradable cuerpo gentil)
E.il gai dich plazentier (Y las graciosas palabras placenteras)
De mon Bel Cavallier (De mi Hermoso Caballero)
M'ant faich privat d'estraing; (Me han privado de ser arisco)
E puois durs cors s'afraing (Y cuando un corazón duro se suaviza)
Vas amor en luoc car, (Ante el amor en un lugar querido)
Sap mieills sa dompn' amar (Sabe amar mejor a su dama)
C'umils trop amoros, (Que un humilde excesivamente amoroso)
De totas enveios (Deseoso de todas)

En sus canciones, combinaba el amor y la guerra como si tuvieran la misma naturaleza, y como expresión de su doble condición de hombre de armas y trovador:

Eissamen ai gerreiat ab amor (He hecho la guerra contra el amor de igual manera)
Co.l francs vassals gerrei' ab mal seignor, (A como un noble vasallo guerrea contra un mal señor)
Qe.il tol sa terr' a tort, per que.l gerreia, (Que equivocadamente se quedó con su tierra, por la cual lucha)
E qan conois qe.il gerra pro no.il te, (Y cuando conoce que de la guerra no obtendrá nada)
Pel sieu cobrar ven puois a sa merce. (Para poder quedarse demanda una gracia)
Et eu ai tant de joi cobrar enveia (Y tanto deseo yo recuperar la alegría )
C'ad amor qier merce del sieu pechat (Que pido al amor que perdone sus propios males)
E mon orgoill torn en humilitat. (Y mi orgullo se torna en humildad.)

En la siguiente estrofa reconoce sus debilidades:

Lo jorn que'ns ac amors abdos eletz, (El día que el amor nos eligió a los dos)
Vostra beutat me det l'erguelh del pau, (Vuestra belleza me inspiró el orgullo de un pavo real)
Que remira.l vert e.l vermelh e.l blau (Que se remira el verde, el rojo y el azul)
Tro per erguelh s'erra de las paretz! (Hasta que por orgullo se aleja de los muros (pierde el sentido de la realidad) )
Aquelh erguelh li te tro que.l cap clina, (Aquel orgullo le dura hasta que inclina la cabeza)
Que ve sos pes! et ieu contrafas luy, (Y se ve los pies, y yo hago como él)
Quan vey midons qu'ab belh semblan m'aduy (Cuando veo a mi dama que con su bello semblante me proporciona)
Gaug et erguelh, tro qu'ap no m'atayna (Placer y alegría, hasta que me desengaña con un no. )

Raimbaut empezó a conquistarla cortésmente. Primero se aproximó tímidamente a ella según nos cuentan en una de sus Vidas:

“Un día fue ante ella y le dijo que amaba a una dama gentil, joven e importante, con la que tenía gran intimidad, pero que no osaba decirle lo mucho que la quería ni manifestarle y requerir su amor, tanto temía su gran riqueza y su honrada valía; y le pidió por Dios y por piedad que le aconsejara si debía descubrirle su corazón y su voluntad y requerirla de amor, o morir callando, temiendo y amando.”

Beatriz sabía perfectamente que se estaba refiriendo a ella, así que le aconsejó lo siguiente:

“Raimbaut, le aconsejo que, antes de que muera, le manifieste el amor y la voluntad que le tiene y que le ruegue que lo tome por servidor y por amigo. Y os aseguro que, si la dama es sabia y cortés, no se lo tomará a mal ni como deshonor, antes bien lo apreciará más y lo tendrá por mejor hombre”.

Raimbaut le dijo entonces que ella era a quien amaba, y Beatriz le contestó que era bienvenido, y que lo quería como caballero y por servidor. Y así surgió un nueva canción:

“Era’m requier sa costum' e son us” (Ahora me requieren su costumbre y su uso)

Raimbaut era hijo de un caballero pobre y extravagante de la Provenza. A pesar de prosperar socialmente primero en el castillo de Orange y luego con el marqués de Monferrato hasta convertirse en caballero, el orden social distinguía claramente entre la alta nobleza, a la que pertenecía Beatriz, y la baja, de la que formaba parte Raimbaut. Ese conflicto está en el fondo de la relación que mantuvieron los dos, y también en la naturaleza misma del trovador, que en muchos aspectos trataba como a iguales a los estamentos superiores, y por otra parte sabía que más allá de cierto punto no se podía mezclar con ellos.

La Razó que hace de introducción a su famosa estampida “Kalenda maia”, empieza contando que Raimbaut andaba triste desde hacía un tiempo. La relación entre Beatriz y Raimbaut había despertado diversos celos en el castillo de Monferrato, así que empezaron a intrigar con la idea de que él era un don nadie que no le convenía a ella. A Beatriz la pusieron en un compromiso en público cuando le dijeron que la galantería y el amor de Raimbaut no era ningún honor, sino todo lo contrario. Las murmuraciones afectaron a Beatriz, que finalmente fue y se descargó con Raimbaut: le dijo que estaba harta y que se enamorara de otra más apropiada para él. Esto tocó la fibra más sensible de Raimbaut, que dejó de cantar y reír, y anduvo por ahí solo y esquivo:

“En aquellos días llegaron a la corte del marqués dos juglares de Francia que sabían tocar bien la vihuela. Y un día tocaban una estampida que gustaba mucho al marqués, a los caballeros y a las damas. Y Raimbaut no se alegraba de nada, de modo que el marqués se dio cuenta de ello y dijo: “Señor Raimbaut, ¿qué ocurre que no cantáis ni os alegráis cuando oís tan bello son de vihuela y veis aquí a una dama tan hermosa como mi querida Beatriz, que os ha retenido por servidor y es la dama más importante del mundo?” Y Raimbaut respondió que no haría nada. Y el marqués sabía bien el motivo, y le dijo a Beatriz: “Mi señora Beatriz, por amor a mí y a todas estas gentes, quiero que os dignéis rogar a Raimbaut que, por vuestro amor y por vuestra gracia, se alegre, cante y se ponga contento, como hacía antes”. Y mi señora Beatriz fue tan cortés y tan amable que le rogó y lo animó para que, por su amor, se alegrara e hiciera de nuevo una canción. Por lo que Raimbaut, por la razón que habéis oído, hizo la estampida que dice así:

Kalenda maia (Ni el primero de mayo)
Ni fueills de faia (Ni las hojas del haya)
Ni chans d'auzell ni flors de glaia (Ni el canto del pájaro ni la flor del gladiolo)
Non es qe’m plaia, (No me placen)
Pros dona gaia, (Noble y alegre dama)
Tro q'un isnell messagier aia (Hasta que me llegue un veloz mensajero)
Del vostre bell cors, qe’m retraia (De vuestra bella persona, que me cuente)
Plazer novell q'amors m'atraia (El nuevo placer con el que el amor me atrae)
E jaia, (Y os tenga)
E’m traia (Y me lleve)
Vas vos, donna veraia, (Hacia vos, dama verdadera)
E chaia (Y caiga)
De plaia (Herido)
‘l gelos, anz qe.m n'estraia. (El celoso antes de que yo renuncie a ello.)

Los versos fueron hechos sobre las misma melodía que los juglares habían tocado con las vihuelas.

En otro episodio de sus Vidas, el cronista nos cuenta cómo terminó el juego amoroso:

“Y ocurrió que la dama se acostó para dormir con él. Y el marqués, que tanto lo amaba, los encontró durmiendo, y se indignó mucho, pero, como hombre sabio, no los quiso tocar, sino que tomó su manto y los cubrió, y cogió el de Raimbaut y se fue. Y cuando Raimbaut se levantó, se dio cuenta de lo que pasaba. Se puso el manto al cuello y fue directamente al marqués. Y se arrodilló ante él y le pidió piedad. Y el marqués vio que sabía lo que había ocurrido; y le recordó los favores que le había hecho en muchos lugares. Y para que no se entendiera por qué le exigía que le pidiera perdón, le dijo encubiertamente que lo perdonaba porque le había devuelto la ropa; y los que lo oyeron se creyeron que lo decía porque le había quitado el manto. Y el marqués lo perdonó y le dijo que nunca más se quedara con su ropa; y no fue sabido sino por ellos dos.”

En 1201 Bonifacio de Monferrato fue elegido líder de la Cuarta Cruzada en Soissons, formada por una liga heterogénea que iba a dirigir su expansión hacia Constantinopla en lugar de Tierra Santa. La flota veneciana y los ejércitos aliados formados por reinos franceses y alemanes llegaron a las puertas de Constantinopla en 1203, y después de diversos episodios, sitios, asaltos y pactos, los cruzados entraron en Constantinopla y la saquearon salvajemente en 1204.

En una de sus cartas a Bonifacio de Monferrato, Raimbaut nos da detalles de la conquista de Constantinopla en la que participó con su señor:

et ai vos ajudat (Y os he ayudado)
a conquerre emperi e regnat (a conquistar imperio y reino)
et estas terras et yllas e duguat, (y estas tierras, islas y un ducado)
e reys a penre, princeps e principat, (y a capturar reyes, príncipes y principados)
et a venser maint cavalier armat. (y a vencer a muchos caballero armados.)
Maynt fort castel e mainta fort ciutat, (Muchos castillos y ciudades fortificadas,)
maint bel palaitz ai ab vos azeguat, (muchos palacios magníficos con vos he asediado)
emperador e rey et amirat (al emperador, rey y emirato)
e’l sevasto Lasquar e’l proestrat (al augusto Lascaris postrasteis)
el Peitr' assis, e maint' autra postat. (La fortaleza del Petrión tomásteis y muchas otras dominado)
Et encaussei ab vos a Filopat (Y perseguí con vos fuera de las murallas de Constantinopla )
l'emperador, qu'avetz dezeretat, (al emperador, que habías despojado)
de Romania, e l'autre coronat. (del imperio latino de oriente, para coronar al otro.)
E si per vos no suy en gran rictat, (Y si por vos no me veo con grandes riquezas)
no semblara qu'ab vos aia estat (pareciera que con vos yo no estuve)
ni servit tan cum vos ai repropchat, (ni tampoco os serví tal como os he contado)
e vos sabetz qu'ieu dic del tot vertat, (y vos sabéis que cuanto digo es todo verdad)
senher marques (Señor marqués.)

Pero también confiesa, con su sinceridad habitual, que no quería ir a las cruzadas:

E quant anetz per crozar a Saysso, (Y cuando fuisteis a Soissons para la cuzada)
ieu non avia en cor, Dieus m'o perdo, (yo no quería de corazón, Dios me perdone,)
que passes mar, mas per vostre resso (cruzar el mar, pero por vuestra devoción)
levey la crotz e pris confessio; (llevé la cruz y tomé confesión; )
e era pres lo fort castel Babo, (yo andaba cerca del castillo de Babon,)
e no m'avion res forfait li Grifo. (y a mí los griegos no me habían hecho nada.)

Las cartas épicas escritas al marqués pedían un reconocimiento material a su fidelidad y los servicios prestados, recordando los viejos tiempos. Sin embargo también se percibe en estas cartas la sensación de que algo los había separado, como si Raimbaut se estuviese justificando de algo o como si tuviesen algo pendiente.

Bonifacio se autoproclamó rey de Tesalónica y fiel súbdito del nuevo imperio latino después de las negociaciones en Constantinopla para repartirse el nuevo orden. Las Vidas mencionan que Raimbaut fue recompensado con riqueza en aquel reino, y también que no era feliz en aquella tierra extraña. En la cuarta copla de la canción “No m´agrad’invers ni pascors”, recuerda de nuevo a su Hermoso Caballero:

N'amava mais un sol placer (Amaba más un solo placer allí)
Que sai gran terr' e gran aver, (Que aquí gran dominio y gran riqueza)
C'ades on plus mos poders creis (De ahora en adelante, cuanto más crezca mi poder)
Ai major ir' ab mi mezeis, (Mayor congoja tendré dentro de mí)
Pois mos Bels Cavalliers grazitz (Pues mi querido Hermoso Caballero)
E jois m'es loignatz e fugitz, (Y su gozo se han alejado y huido de mí,)
Don mais no.m naissera conortz, (Nunca más nacerá consuelo,)
Per q'es majer l'ir' e plus fortz. (Porque es mayor y más fuerte la pena)

El imperio latino de Constantinopla se desgastaba en luchas constantes en un entorno demasiado hostil, y el reino de Tesalónica daba al norte con el imperio de Valaquia y Bulgaria, y al Este con los griegos.

Godofredo de Villehardouin cierra su crónica de la conquista de Constantinopla con la muerte de Bonifacio de Monferrato un par de días después de que se entrevistara con el emperador Enrique de Flandes:

“Así que el emperador fue hacia allá, y dejó a Conon de Béthune vigilando la tierra alrededor de Adrianópolis con cien caballeros. Y vinieron el día de la reunión al lugar concertado en un campo muy claro, cerca de la ciudad de Cipsela. El emperador vino de un lado y el marqués del otro, y se encontraron con gran alegría. No es de admirarse, pues no se habían visto durante mucho tiempo. Y el marqués le pidió al emperador noticias de su hija Inés. Y el emperador le contó que estaba embarazada, y el marqués se felicitó y se alegró. Entonces el marqués se reconoció como súbdito del emperador, y se comprometió para defender sus tierras como lo había hecho antes con el emperador Balduino, su hermano. Y el marqués entregó a Godofredo de Villehardouin, mariscal de Romania y de Champaña, o bien la ciudad de Mosinópolis y todas sus pertenencias, o bien la de Seres, lo que mejor le pareciese. Y el mariscal se convirtió en su súbito salvo en la medida en que le debía primero lealtad al emperador de Constantinopla.

Permanecieron así durante dos días en este campo, con gran alegría, y dijeron que, como Dios había concedido que se unieran, así podrían otra vez derrotar a sus enemigos. E hicieron acuerdo para reunirse al fin del verano, en el mes de octubre, con todas sus fuerzas, en el prado ante la ciudad de Adrianópolis, y hacer la guerra contra el rey de Valaquia. Así que se separaron contentos y satisfechos. El marqués fue hacia Mosinópolis, y el emperador Enrique se dirigió hacia Constantinopla. Cuando el marqués llegó a Mosinópolis, no permaneció allí más de cinco días antes de reemprender el viaje, por consejo de los griegos de esas tierras, en una expedición a la montaña que estaba a un día largo de viaje. Y cuando hubo atravesado la tierra y estaba a punto de partir, los búlgaros del interior se reunieron y vieron que con el marqués no iba más que una pequeña escolta. Así que vinieron de todas partes y atacaron la retaguardia. Y cuando el marqués oyó los gritos, saltó sobre un caballo, desarmado como estaba con una lanza en la mano. Y cuando llegó a donde los búlgaros estaban luchando cuerpo a cuerpo con sus soldados, corrió hacia ellos y los hizo retroceder un buen trecho.

Entonces el marqués Bonifacio de Montferrato recibió un flechazo en el brazo bajo el hombro que resultaría mortal, y comenzó a perder sangre. Y cuando sus hombres lo vieron comenzaron a desalentarse y a desanimarse. Los que estaban alrededor del marqués lo sostuvieron mientras él perdía mucha sangre. Y comenzó a desmayarse. Y cuando sus hombres se dieron cuenta de que no podría ayudarlos más, quedaron consternados y comenzaron a abandonarle. La desgracia los desmanteló, y los pocos que permanecieron junto al marqués fueron asesinados.

La cabeza del marqués Bonifacio de Montferrato fue cortada y enviada a Johannizza, emperador de los búlgaros. Y esta desventura se produjo en el año de la Encarnación de Jesucristo, mil doscientos siete.”

No sabemos si Raimbaut estaba con el marqués Bonifacio el día que lo atacaron y mataron. De haber estado seguramente no hubiese huido como la mayoría, y entonces debieron matarlo tal como cuenta Godofredo de Villehardouin. Quizás no estuviese ese día, pero las Vidas dicen que murió en Tesalónica por entonces, y el hecho de que no tengamos canciones ni cartas lamentándose de la muerte de Bonifacio, como sí hizo por ejemplo el trovador Elias Cairel, que andaba por aquellas tierras en aquel momento; hace pensar que si no fue junto al marqués, seguramente perdió la vida poco después en alguna de las constantes escaramuzas contra griegos y búlgaros. Su muerte no extraña demasiado si nos lo imaginamos lejos de casa, en una tierra y una guerra que le resultaban ajenas, incapaz de disfrutar de las riquezas procedentes del saqueo de Constantinopla, con la muerte de Bonifacio y separado de la muchacha que despertaba su inspiración.

Tampoco sabemos qué fue de Beatriz. La doble muerte de su padre y Raimbaut le debió afectar profundamente, así como la de su hermana Inés, muerta también en esas mismas fechas posiblemente en el parto. El gobierno de su hermano Guillermo del marquesado ya no era lo que había sido con su padre, y las dificultades y la mala suerte dirigieron la casa hacia una especie de decadencia. Es posible que Beatriz se casara después y llevase una vida marcada por los estándares sociales de la época. O quizás se recluyese y por esa razón sabemos tan poco de ella. Pero allá donde fuera debió guardar dentro de sí aquellos años junto a su padre y Raimbaut, en el esplendor de su juventud, como una edad dorada que ya no iba a volver, o como un paraíso perdido. Quizás alguna vez llamara incluso a un juglar para que le contara la vida del caballero y trovador Raimbaut de Vaqueiras, y después de la introducción volviese a escuchar una de sus canciones. Y mientras la escuchaba, pudo ponerse a pensar en cómo pasa el tiempo, haciendo desaparecer un mundo para que aparezca otro, y arrastrándonos a todos nosotros consigo en ese movimiento. Porque en esta vida nadie ni nada se salva.



Kalenda maia (Ni el primero de mayo)
Ni fueills de faia (Ni las hojas del haya)
Ni chans d'auzell ni flors de glaia (Ni el canto del pájaro ni la flor del gladiolo)
Non es qe’m plaia, (No me placen)
Pros dona gaia, (Noble y alegre dama)
Tro q'un isnell messagier aia (Hasta que me llegue un veloz mensajero)
Del vostre bell cors, qe’m retraia (De vuestra bella persona, que me cuente)
Plazer novell q'amors m'atraia (El nuevo placer con el que el amor me llama)
E jaia, (Y yazga)
E’m traia (Y me lleve)
Vas vos, donna veraia, (Hacia vos, dama verdadera)
E chaia (Y caiga)
De plaia (Herido)
‘l gelos, anz qe.m n'estraia. (El celoso antes de que yo renuncie a ello.)

Ma bell' amia, (Mi bella amiga)
Per Dieu non sia (Por Dios que no ocurra)
Qe ja’l gelos de mon dan ria, (Que el celoso se ría de mi daño)
Qe car vendria (Pues vendería caros)
Sa gelozia, (Sus celos)
Si aitals dos amantz partia; (Si a tales dos amantes separa)
Q'ieu ja joios mais non seria, (Ya no estaría nunca más contento)
Ni jois ses vos pro no’m tenria; (Ni alegría sin vos podría tener)
Tal via (Tal camino)
Faria (Tomaría)
Q'oms ja mais no’m veiria; (Que ya nadie más me vería)
Cell dia (Ese día)
Morria, (Moriría)
Donna pros, q'ie’us perdria. (Señora puesto que os perdería)

Con er perduda (¿Cómo la podría perder)
Ni m'er renduda (Ni recuperarla)
Donna, s'enanz non l'ai aguda (Una dama, si antes no la tuve?)
Qe drutz ni druda (Ni amante ni amada)
Non es per cuda; (No son imaginarios )
Mas qant amantz en drut si muda, (Cuando el enamorado en amante se convierte)
L'onors es granz qe’l n'es creguda, (El honor que impulsa es grande )
E’l bels semblanz fai far tal bruda; (El bello rostro crea tal ruido y fama)
Qe nuda (Que desnuda)
Tenguda (Poseída)
No’us ai, ni d'als vencuda; (No os he tenido, ni otros os conquistaron)
Volguda, (Querida)
Cresuda (Obedecida)
Vos ai, ses autr'ajuda. (Por mí, sin nada a cambio)

Tart m'esjauzira, (Poco me alegraría)
Pos ja’m partira, (Si partiese)
Bells Cavalhiers, de vos ab ira, (Hermoso Caballero, de vos con pena)
Q'ailhors no’s vira (Pues no me llevaría a ninguna parte)
Mos cors, ni’m tira (Mi corazón, ni tiran de mí)
Mos deziriers, q'als non dezira; (Mis deseos, puesto que no desean otra cosa )
Q'a lauzengiers sai q'abellira, (Los maldicientes se alegrarían )
Donna, q'estiers non lur garira: (Señora, puesto que lo contrario no les sentaría bien)
Tals vira, (Ésos verían)
Sentira (Y oirían)
Mos danz, qi’lls vos grazira, (Mi daño con agradecimiento)
Qe.us mira, (Puesto que os miran)
Cossira (Consideran)
Cuidanz, don cors sospira. (Con cuidado, por lo que mi corazón suspira)

Tant gent comensa, (Tan gentil comienza)
Part totas gensa, (Brillando sobre todas)
Na Beatritz, e pren creissensa (Beatriz, y crece)
Vostra valensa; (Vuestro valor)
Per ma credensa, (Pues en mi creencia)
De pretz garnitz vostra tenensa (De acreditados hechos tenéis dominio)
E de bels ditz, senes failhensa; (Y de bellas palabras sin fallos)
De faitz grazitz tenetz semensa; (De bellos hechos tenéis semilla)
Siensa, (Sensatez)
Sufrensa (Sufrimiento)
Avetz e coneissensa; (Tenéis y conocimiento)
Valensa (Valor)
Ses tensa (Sin falta)
Vistetz ab benvolensa. (Lleváis con benevolencia)

Donna grazida, (Graciosa Señora)
Qecs lauz' e crida (Todos alaban y gritan)
Vostra valor q'es abellida, (Vuestra valía que es preciada)
E qi’us oblida, (Y quien se olvida)
Pauc li val vida, (De poco le vale la vida)
Per q'ie’us azor, donn' eissernida; (Porque os adoro, distinguida dama)
Qar per gencor vos ai chauzida (Pues os elegí como la más gentil)
E per meilhor, de prez complida, (Y la mejor de mérito cumplido)
Blandida, (Os he cortejado)
Servida (Servido)
Genses q'Erecs Enida. (Mejor que Erec a Enide)
Bastida, (Compuesta)
Finida, (Y acabada)
N'Engles, ai l'estampida. (Inglés, tengo la estampida)

(Raimbaut llamaba al marqués “el inglés”, n’engles, no se sabe por qué. Esta interpretación se salta algunas estrofas, pero está tan lograda que la hemos usado para ilustrar el post)

domingo, 9 de abril de 2017

Nietzsche y los tres ratas.

Nietzsche fue a Turín en la primavera de 1888, y se sintió tan a gusto que la definió como la única ciudad conforme a su corazón. Volvió por segunda vez en septiembre de ese mismo año para disfrutar del otoño, que describió como un Claude Lorraine. Dijo que ya sólo se podía permitir pensar de un día para otro, el pasado mañana le quedaba demasiado lejos, y sólo le faltaba por escribir esa autobiografía que se contó a sí mismo al final de sus días cuerdos, Ecce Homo; además de un par de ensayos breves sin importancia. Por primera vez en mucho tiempo se sentía bien en esa ciudad con los Alpes de fondo, sus calles con su pavimento que se perdían en las montañas, y la arquitectura del XVII con edificios amarillos, rojos y marrones y su aire aristocrático que excluían la fealdad de la modernidad. Se alojó en una habitación modesta ubicada en el centro, disfrutaba para su sorpresa de la comida y dormía bien, iba al teatro, paseaba como era su costumbre para pensar mejor, y escribió unas cuantas cartas tranquilas en las sin embargo se asomaban ya ciertas muestras de su locura final. Ésta explotó el 3 de enero de 1889 en la plaza Carlo Alberto: vio a un cochero golpeando brutalmente a su caballo y Nietzsche fue y se abrazó al animal, rompió a llorar y perdió el conocimiento después para caerse desplomado en el suelo.

En el diciembre anterior pudo asistir por primera vez a la representación de una zarzuela española, “La Gran Vía” de Chueca y Valverde: “de una hora exacta de duración”, anota en su cuaderno. El numerito de los tres ratas entusiasmó tanto a Nietzsche que escribió a su mejor amigo: “Es lo más fuerte que he visto y oído, también como música”. Y tanto le gustó que volvió otro día: de nuevo disfrutó de la impúdica malicia de la picaresca española y su apariencia de solemnidad, y la frescura e inspiración de la música.



Rata 1º Soy el Rata primero.
Rata 2º Y yo el segundo.
Rata 3º Y yo el tercero.
Los tres. Siempre que nos persigue
la autoridad,
es cuando muy tranquilos
timamos más.

Rata 1º Nuestra fé de bautismo ...
Rata 2º La tiene el cura ...
Rata 3º De saladero.
Los tres. Cuando nos echa mano
la policía
estamos seguritos
que es para un día.
A muchos les paece
que nuestra carrera,
sin grandes estudios
la sigue cualquiera;
pues vean ustedes
lo que es más preciso
pa ser licenciado
sin ir a presidio.
Para empezar la carrera
hay que tener vocación.
Tendo una vez tan siquiera
a ponerse el capuchón.
Porque allí tan sólo
se puede apreciar
lo que vale luego
tener libertad.
Por más que en saliendo,
siempre grito yo:
"Vivan las cadenas!
si parecen buenas
y son de reloj".
En los tranvías y ripperts
y en dónde se halla ocasión,
damos funciones gratuitas
de prestidigitación.
No hay portamonedas
que seguro esté,
cuando lo diquela
uno de los tres.
Y si cae un primo
que tenga metal,
se le da el gran timo
aunque sea el primo
un primo carnal.

Guardias. Lu que es el talentu,
lu que es la mullera,
a ver si este chisme
lu inventa cualquiera.
Lu menus tres meses hace
que vamus tras de estus pillus,
y gracias a este caletre
pur fin lus hemus cugidu.
Caiga la trampa
con precaución,
que ya tenemos
dentru el ratón.
Este serviciu
pronto saldrá
en las colúminas
de "El imparcial". ¡Riá!

Los Ratas. ¡Ay qué gracia tiene
esta ratonera,
que se van los Ratas,
de cualquier manera!
Vamos con cuidado,
sin pestañear,
y ya van mil veces
que nos chuleamos
de la autoridad. ¡Riá!

sábado, 17 de octubre de 2015

Fats Waller conoce a Capone.

Fats Waller trabajaba en 1926 como pianista para una orquesta en Chicago. Una noche al terminar su número para marcharse a casa,  4 hombres le secuestraron a punta de pistola y se lo llevaron a un tugurio llamado el Hawthorne Inn, propiedad de Al Capone. Era el cumpleaños de Capone, y en el medio del desmadre de la fiesta lo sentaron a la fuerza al piano y todavía con las pistolas apuntándole le obligaron a tocar sin parar. Posiblemente la fiesta durara unos 3 días, y supongo que Fats Waller debió darse cuenta de hasta qué punto su vida dependía de la música.

Nos lo podemos imaginar saliendo un amanecer con resaca y los bolsillos llenos de las propinas de Capone y sus compinches, pensando quizás en que uno sabe cuándo sale de casa, pero no cuándo volverá




Last night, night before, (Debió ser anoche, o la noche anterior)
Twenty four robbers came to my door, (24 ladrones llamaron a mi puerta)
Opened the door and let them in, (Abrí la puerta y les dejé pasar)
I hit them in the head with a bottle of gin! (¡Les golpeé en la cabeza con una botella de ginebra!)

Just can't understand, (Es que no puedo entenderlo)
Twenty-four robbers fighting one man! (24 ladrones contra un tío solo)
One of them took the silverware, (Uno se llevó la cubertería de plata)
Wasn't very good, so I really don't care! (No era muy buena, así que me da lo mismo)

I'm gonna warn you! (Warn you!) (Os voy a avisar, avisar)
I'll tellya what to do! (What to do!) (Os diré qué hacer, qué hacer)
You better lock your door! (Lock your door!) (Mejor cerrad la puerta, cerrad la puerta)
'Cause the robbermen might come back again! (Porque los ladrones pueden volver)

I can't sleep anymore! (No puedo volver a dormir ya más)
Put a big chair right by my front door! (Atrancaré con una buena silla la puerta de la entrada)
Got a shotgun, and stood there, (Me quedaré ahí con una recortada)
To keep those robbers outta my hair! (Para mantener a los ladrones fuera de mis cosas)
Hit the road, you fools!... (¡Fuera de aquí, tontos!)

viernes, 28 de agosto de 2015

Los inviernos de Nietzsche en Niza.

A los 36 años Nietzsche se jubila prematuramente de sus clases de Basilea por razones de salud. Padecía espantosos dolores de cabeza, perdió en una ocasión el conocimiento durante 3 días en uno de sus ataques, no podía dormir, le dolían las muelas y vomitaba, y en algún momento cree que está a punto de morir e incluso lo llega a desear. Da la impresión de que profundiza cada vez más en su pensamiento buscando una razón para vivir.

Acababa de publicar Humano, demasiado humano y le siguió un espléndido El caminante y su sombra: Nietzsche ya es Nietzsche y su pensamiento ha encontrado su estilo: las constantes interrupciones por su enfermedad le llevan al aforismo, el pensamiento fragmentado, que van de unas pocas líneas a una página o algo más. Su “maldito estilo telegráfico”, como él mismo lo llama alguna vez, resulta precisamente el medio de expresión que le será propicio y natural y en el que mejor se explica: para qué escribir un libro si se puede decir en una página, dice.

Empieza entonces su década prodigiosa que terminará con su colapso en Turín y caída en la locura. Piensa que en el extranjero puede descubrir mejor sus lados desconocidos: en esa búsqueda viaja por Suiza, el sur de Francia y el norte de Italia, viviendo en hoteles modestos completamente solo y orientado hacia sus obras. Enseguida vino Aurora, y un poco después La Gaya Ciencia. Son los libros que llamó del “Sí”. Después del Zaratustra vendrían los que llamó del “No”.

A partir de 1883 pasa varios inviernos en Niza. Su salud es mala y hay días en que roza la ceguera. Da sin embargo animado por un cierto optimismo creativo constantes paseos por los alrededores de hasta 8 horas. Reivindica el pensamiento caminando, en lugar del pensamiento sentado. Se siente a a gusto con la ciudad y sus colores, el clima y la calidad del aire, la cantidad de días soleados que tiene aquel invierno, el paisaje montañoso y la cercanía del mar, y observa que le resulta muy barato en comparación a Alemania: es estupendo no sentirse alemán, llega a decir.

Viví una temporada en Niza, y por supuesto visité una de las residencias en que se alojó. Era una especie de hotel barato donde todavía se podían alquilar habitaciones modestas. Hice ver que buscaba una de esas habitaciones y pedí ver una tras otra. Me dejaron solo un rato al final en una y me quedé imaginando a Nietzsche allí con su montón de libros y sus papeles garabateados. El techo era alto y la ventana grande, que cubría una persiana de madera muy anticuada. Una cama muy sencilla y en general ambiente austero. No sé si realmente se alojó o no en aquella pieza ni cómo era de distinta a lo que él vio en su momento, pero yo me sentí a gusto allí. Aunque Nietzsche me llegue a través de lo que dijo, creo que en el fondo lo que me une tanto a él como a los autores que más me estimo es un vínculo humano más allá de lo que dijeron: me gusta su compañía. No sé si me explico.

Concluiremos este articulo divulgativo con dos aforismos espléndidos que proceden de Humano, demasiado humano, y que servirán como muestra de su perspicacia en el conocimiento de las personas. El primero es fácilmente observable en nuestra relación con los demás:

“...en el diálogo de la sociedad, las tres cuartas partes de todas las preguntas se hacen, y todas las respuestas se dan, para hacer un poco de daño al interlocutor: por eso la gente tiene tanto afán de sociedad: les da la sensación de su fuerza. En tales innumerables, pero muy pequeñas dosis, en que se pone en vigencia la maldad, resulta un poderoso medio excitante de la vida... Pero ¿habrá muchos sinceros que confiesen que da placer hacer daño? ¿que no raras veces uno conversa -y conversa bien- para causar molestias a los demás, al menos en el pensamiento, y para dispararles la perdigonada de la pequeña perversidad? La mayor parte son demasiado insinceros, y unos cuantos son demasiado buenos como para saber algo de ese pudendum: ésos querrían negar que tenga razón Próspero Mérimée cuando dice: sabed que no hay nada más común que hacer mal por el placer de hacerlo.”

El segundo le tiene que hacer sonreír a cualquiera que lo haya sentido alguna vez:

“Peligro en la voz. A veces, en la conversación, el sonido de nuestra propia voz nos deja perplejos y nos lleva a afirmaciones que no corresponden en absoluto a nuestra opinión.”

jueves, 13 de agosto de 2015

Carlo Gesualdo de Venosa.

Los testimonios de los criados en el doble asesinato perpretado por Carlo Gesualdo de su mujer María de Avalos y su amante el duque de Andria nos dan una imagen bastante detallada de lo que sucedió aquella noche. Cuando se casaron en 1586 él tenía 20 años y ella 24. Sus familias pertenecían a la nobleza más alta del Sur de Italia y estaban emparentados. Llegaron a tener un hijo. En qué circunstancias se originó la infidelidad sólo nos lo podemos imaginar, pero es indudable que no eran el uno para el otro. Ella era según parece muy hermosa y por lo que se ve dada a las cosas del amor. Es muy posible que se sintiese extraña en el mundo en el que se aislaba Carlo, para quien el arte era probablemente un sustituto de la vida.

Gesualdo hizo ver que se ausentaba para irse de caza y así poder pillar con la treta a su mujer con su amante in fraganti. Mientras se vestía y preparaba para la venganza, confesó con una rabia contenida a su criado la noche del 16 de octubre de 1590 lo que les pensaba hacer cuando los encontrara juntos. Precedido de 3 hombres irrumpió en la habitación de su esposa donde yacía en el lecho con su amante, y descargaron los arcabuces. Los hombres salieron y Gesualdo tras ellos con las manos ensangrentadas. Se paró y volvió de nuevo adentro para destrozar a cuchilladas lo que quedaba de los dos cuerpos sin vida. Luego se fue con sus hombres del palacio. Lo que hallaron dentro de la habitacion después era la imagen del más puro horror, según cuenta la criada que salvó la vida por casualidad y el informe judicial.

Lo que sorprendendió en aquel tiempo no fue tanto el asesinato en sí, que en realidad no era tan extraña a la ley y las costumbres de aquel tiempo, sino su truculencia. El peligro real de venganza por parte de las familias de las víctimas le obligó a dejar Nápoles para establecerse finalmente en su castillo de Gesualdo. En 1594 se casó de nuevo con Leonora de Este y lo celebró por todo lo alto. El peso del recuerdo de su primera mujer y lo sucedido entonces condenó de antemano su segundo matrimonio. Sólo podía ver a Eleonora con el prejucio del recuerdo todavía presente de María de Avalos. La engañó sin disimulos, la ignoraba e incluso maltrataba a modo de extraña venganza. Un matrimonio entre nobles en aquella época tenía más obligaciones que las del amor, y por lo que sea ella no se quiso divorciar nunca de él. Que el hijo que tuvieron muriese tempranamente no sorprende demasiado.

Se trataba de un matrimonio inexistente en el que llevaban vidas separadas. Gesualdo pasaba el tiempo cazando y con su música, en la que profundizaba cada vez más. Ella al principio recluida en el castillo, logró por fin poder salir para ir a ver a su familia largas temporadas.

En 1613 murió su hijo primogénito del primer matrimonio a los veintitantos, y eso le afectó profundamente. Gesualdo no tardó en morir poco después el 8 de septiembre del mismo año. Un tercer hijo natural que tuvo fuera del matrimonio no fue olvidado en su testamento. Sin embargo ni siquiera muerto pudo olvidar a María: para su funeral encargó numerosas misas por su propia alma y la de sus familiares, pero ninguna para su primera esposa.

Un personaje como Gesualdo puede inspirar fácilmente la imaginación y la fantasía partiendo de la oscuridad del personaje y lo que se contaba de él. Su asombrosa música sigue sonando como cuando la creó, en privado, al margen de las cosas de este mundo, casi en secreto con una extraña belleza.

En este madrigal publicado en 1596 la armonía prevalece sobre la melodía y el ritmo, y lo combina de una manera sorprendente y a veces chocante. Se trata de una muestra perfecta tanto de su música como de lo que ocupaba sus pensamientos mientras componía.

Luci serene e chiare, del libro 4º de madrigales

Luci serene e chiare,
Voi m'incendete, voi, ma prova il core
Nell'incendio diletto, non dolore.

Dolci parole e care,
Voi mi ferite, voi, ma prova il petto
Non dolor nella piaga, ma diletto.

O miracol d'Amore!
Alma che è tutta foco e tutta sangue
Si strugge e non si duol, more e non langue.

(Ojos claros y serenos
me inflamáis, pero mi corazón
encuentra placer en el fuego, y no dolor.

Dulces y queridas palabras
me herís, pero en mi pecho
la herida encuentra el placer, y no tristeza.

¡Oh milagro de amor!
El alma que todo fuego y sangre es,
se aniquila y no se aflige, y muere sin languidecer.)


lunes, 1 de junio de 2015

Peanuts.

Schulz se pasó la vida dibujando a Charlie Brown y el tiempo le pasó a él pero no a Charlie Brown, que seguirá siempre en esa perpetua infancia que guardaba Schulz en el fondo. Los adultos no podían en consecuencia salir en sus historias.

El tema con Charlie Brown no es que padezca un complejo de inferioridad, sino que es realmente inferior porque como todos los niños está en desventaja. Es una especie de perdedor, y sin embargo todo parece girar y estructurarse en torno de él. En las tiras de cómic y los mejores capítulos animados nunca llegas a ver a la pequeña pelirroja, seguramente porque no existe salvo en la imaginación de Charlie Brown. Por su parte, Peppermint Patty no puede admitir que le guste Charlie Brown y combina el patinaje que representa su lado más femenino con sus ganas de ser uno más en este mundo. Marcie parece ser quien mejor ve todas estas cosas detrás de sus gruesas gafas que parecen tapar sus ojos. Me gusta Linus con su lucidez, que culmina paradójicamente con la fantasiosa gran calabaza; y la disparatada locura de su hermana Sally, con sus decepciones e ilusiones indisolublemente unidas; la evasión y concentración de Schroeder tocando a Beethoven, siempre yendo a su rollo; Lucy, tan fuerte con todos y tan vulnerable al mismo tiempo con Schroeder; Pigpen con su filosófica nube de polvo procedente de las civilizaciones pasadas y del mismo cosmos; y el chico de color Franklin que resulta ser el más equilibrado.

Snoopy deambula entre el mundo de los humanos y el de los perros sin hablar, permitiéndose sus pequeñas locuras con la música de Joe Cool de fondo o en sus imaginarios combates con el Barón Rojo. Y si con Charly Brown la relación con las mujeres se complica, con Snoopy es naturalmente imposible. Descendiendo en esa escala evolutiva nos encontramos con su colega Woodstock, el más pequeño de todos. Snoopy tiene ya su casita hecha por humanos y su plato para la comida, pero Woodstock todavía necesita su nido y vive en el bosque. Sin embargo el contacto con la civilización también lo ha trastocado, y a veces se le ve volar boca abajo.

La música de Vince Guaraldi para los capítulos animados se ajusta perfectamente a este mundo infantil y poético. Los temas son simples y limpios como los dibujos. El jazz contiene ecos de injusticia que resultan coherentes con el mundo infantil que recrea Schulz, y sus armonías sofisticadas reflejan la profundidad detrás de los niños. Hay también una ligereza juvenil, alegre y vital de pop y boogie que lo airea y le quita la seriedad intelectual del adulto.

sábado, 17 de enero de 2015

La firma de Nietzsche.

Friedrich Nietzsche se presenta a sí mismo en la horizontalidad de una caligrafía legible, sin esquemas ni trucos, ni el envoltorio de un círculo donde ocultarse ni subrayándose tampoco por debajo para darse importancia. Quien eso firmó quería ser claro, conciso y concreto. Y además tenía prisa.

La separación que deja entre la mayor parte de las letras deja ver una cierta fragmentación de su mundo tan heterogéneo. Se nota particularmente entre las F y N mayúsculas y el resto del nombre y apellido que les siguen: ahí deja un espacio mayor. El palo superior de la F resulta gracioso, como un sombrero, o incluso como una reproducción de su propio bigote tan famoso.

Los puntos sobre las íes quedan pelín desplazados hacia la derecha, que es hacia donde se dirige la escritura, de manera que da la sensación de que los ponía después de dibujar el palito inferior de la vocal pensando ya en lo que venía después. Me gustan esas porciones como los puntos sobre las palabras o las tildes que parecen desprenderse de la masa central y terráquea del nombre, alejándose en una especie de órbita, un poco como de otro mundo.

Los trazos rectilíneos expresan visualmente la tensión de su pensamiento y un cierto nerviosismo.

Está escrito con una pluma de trazo grueso, lo cual explica la inexistencia del agujerito interior de la e, por ejemplo. En algún caso ciertas letras han quedado muy esquemáticas: la c del nombre o la s del apellido. Hay que decir Niezsche padeció una miopía muy fuerte que le impedía ver bien y leer durante mucho rato. Decía que tenía tres cuartos e incluso siete octavos de ceguera.

Choca ver el espacio tan amplio que separa el nombre del apellido, que parece distanciar dos mundos. El tamaño de las letras del apellido es también mayor: nombre y apellido tienen ambos 9 letras, y sin embargo ese apellido parece ocupar más espacio. Se trata del apellido familiar y en ese sentido quiero citar la imagen que dio de su padre, un pastor luterano, en su autobiografía que escribió para contarse la vida a sí mismo al final de sus días cuerdos:

“Mi padre murió a los treinta y seis años; era delicado, amable y enfermizo, como un ser destinado tan sólo a pasar de largo: más bien una bondadosa evocación de la vida que la vida misma. En el mismo año en que se hundió su vida, se hundiría también la mía: en el año treinta y seis de mi existencia llegué al punto más bajo de mi vitalidad: aún vivía, pero no veía a tres pasos delante de mí.”

Tras su colapso en Turín su madre y su hermana cuidaron de él. Llama particularmente la atención la figura de su madre Franziska, una buena mujer muy creyente que rezaba por su Fritz, al que quería profundamente. En esos últimos años se pasaba el día junto a él, y por las noches se quedaba también con él hasta que se dormía. Nietzsche fue siempre muy afectuoso con ella e incluso le pedía que no leyese sus escritos, para que no le doliesen las palabras.





viernes, 29 de agosto de 2014

Jack the Ripper.

La primera vez que tuve noticia de Jack el Destripador fue paseando de crío por el barrio. Por entonces ponían en el exterior de los cines en una especie de vitrina, una selección de fotos de las pelis que daban en aquel momento. Era un cine de reestreno al que solía ir a menudo en el Paseo Maragall, y cuando pasaba por ahí me paraba para mirarlas. Aquella semana daban una de terror de estética años 70 sobre Jack el Destripador. Me quedé fascinado por el mundo que evocaban de un East End nocturno lleno de niebla y de misteriosos asesinatos en el otoño de 1888. De vuelta a casa pregunté por el tal Jack el Destripador, y me contaron vagamente la historia de un asesino en Londres que mataba mujeres. No me quedó claro por qué las mataba, así que pedí ir a ver la peli pero me dijeron que no, que era para adultos y lo dejé correr.

Jack el Destripador cometió al menos cinco asesinatos. Primero les cortaba el cuello para que no gritaran y luego se dedicaba a destripar y mutilar, hasta llegar al más puro horror con Mary Jane Kelly. El caso fue famoso en la época. La prensa no cesaba de dar noticias, llegando incluso a publicar unas supuestas cartas macabras del asesino que la gente tomó por ciertas; precisamente el nombre de Jack the Ripper procede de esas cartas. En el barrio se vivía con miedo y circulaban piquetes. La presión social llegó hasta la Reina Victoria y la policía se empleó a fondo con todos los medios de la época. Pero el asesino se escabullía siempre con una especie de suerte maligna entre la niebla.

Bernard Shaw escribió una carta en un diario muy en su línea: en un barrio como White Chappel la vida no valía gran cosa, así que Shaw llamó la atención sobre el hecho de que tuviesen que asesinar a aquellas pobres desgraciadas para despertar la humanidad y la compasión de los más acomodados. De quien no he encontrado ningún testimonio es de Oscar Wilde, y me extraña. Si no me equivoco en aquella época estaba en Londres, y a Wilde le gustaba hablar y a la gente escucharle: el retrato de Dorian Grey tiene desde luego algo de la historia de Jack, y estoy seguro de que siguió el caso con interés; pero he buscado a fondo por internet y no he encontrado ningún comentario específico sobre el tema. También resulta curioso que en aquellas fechas se representara una versión teatral de Dr Jeckyll y Mr Hyde, de hecho se llegó incluso a sospechar del actor principal como el posible asesino de White Chappel.

La cosa es que después de la muerte de Mary Kelly de pronto terminó la atención pública sobre el caso. La prensa dejó el asunto y cesó la histeria general. Las investigaciones siguieron su curso pero de manera más discreta. Seguía habiendo asesinatos brutales, pero no tenían la marca de Jack. Quizás muriese, o tal vez lo arrestaron por otro delito, o quizás simplemente dejó de matar. Pero nunca se le detuvo oficialmente. Había una lista larga de sospechosos, y aún hoy día sigue apareciendo alguno nuevo de vez en cuando.

De todos los sospechosos el que más me llama la atención es Aaron Kosminski. Supongo que la poli dio con él en alguno de los numerosos registros que se hacían en los pisos del vecindario. Uno de los jefes de policía estaba convencido de que aquel judío polaco era Jack. Llevó a un testigo que posiblemente lo viera una noche, y, aunque se negó a reconocer a Kosminski como el asesino, algo sucedió en la identificación que le hizo creer al jefe de policía que realmente se trataba de Jack. La lástima es que no hay un informe detallado de aquel interrogatorio.

Kosminski acabó loco en un manicomio.

Jack the Ripper sigue fascinando con el tiempo. De pronto todo se relaciona a finales del XIX: se conectan las tabernas y el submundo deprimente del East End con la corte de la Reina Victoria y el gobierno de la ciudad; intervienen la prensa y el sensacionalismo, la policía, piquetes callejeros, intelectuales, y la verdad y la mentira se entremezclan. Jack apareció como un espíritu maligno personificando los miedos de su tiempo con sus enigmáticos asesinatos, a los que todavía hoy seguimos buscándole un significado. Alguien llegó a decir que Jack the Ripper inició el S.XX.