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domingo, 9 de abril de 2017

Nietzsche y los tres ratas.

Nietzsche fue a Turín en la primavera de 1888, y se sintió tan a gusto que la definió como la única ciudad conforme a su corazón. Volvió por segunda vez en septiembre de ese mismo año para disfrutar del otoño, que describió como un Claude Lorraine. Dijo que ya sólo se podía permitir pensar de un día para otro, el pasado mañana le quedaba demasiado lejos, y sólo le faltaba por escribir esa autobiografía que se contó a sí mismo al final de sus días cuerdos, Ecce Homo; además de un par de ensayos breves sin importancia. Por primera vez en mucho tiempo se sentía bien en esa ciudad con los Alpes de fondo, sus calles con su pavimento que se perdían en las montañas, y la arquitectura del XVII con edificios amarillos, rojos y marrones y su aire aristocrático que excluían la fealdad de la modernidad. Se alojó en una habitación modesta ubicada en el centro, disfrutaba para su sorpresa de la comida y dormía bien, iba al teatro, paseaba como era su costumbre para pensar mejor, y escribió unas cuantas cartas tranquilas en las sin embargo se asomaban ya ciertas muestras de su locura final. Ésta explotó el 3 de enero de 1889 en la plaza Carlo Alberto: vio a un cochero golpeando brutalmente a su caballo y Nietzsche fue y se abrazó al animal, rompió a llorar y perdió el conocimiento después para caerse desplomado en el suelo.

En el diciembre anterior pudo asistir por primera vez a la representación de una zarzuela española, “La Gran Vía” de Chueca y Valverde: “de una hora exacta de duración”, anota en su cuaderno. El numerito de los tres ratas entusiasmó tanto a Nietzsche que escribió a su mejor amigo: “Es lo más fuerte que he visto y oído, también como música”. Y tanto le gustó que volvió otro día: de nuevo disfrutó de la impúdica malicia de la picaresca española y su apariencia de solemnidad, y la frescura e inspiración de la música.



Rata 1º Soy el Rata primero.
Rata 2º Y yo el segundo.
Rata 3º Y yo el tercero.
Los tres. Siempre que nos persigue
la autoridad,
es cuando muy tranquilos
timamos más.

Rata 1º Nuestra fé de bautismo ...
Rata 2º La tiene el cura ...
Rata 3º De saladero.
Los tres. Cuando nos echa mano
la policía
estamos seguritos
que es para un día.
A muchos les paece
que nuestra carrera,
sin grandes estudios
la sigue cualquiera;
pues vean ustedes
lo que es más preciso
pa ser licenciado
sin ir a presidio.
Para empezar la carrera
hay que tener vocación.
Tendo una vez tan siquiera
a ponerse el capuchón.
Porque allí tan sólo
se puede apreciar
lo que vale luego
tener libertad.
Por más que en saliendo,
siempre grito yo:
"Vivan las cadenas!
si parecen buenas
y son de reloj".
En los tranvías y ripperts
y en dónde se halla ocasión,
damos funciones gratuitas
de prestidigitación.
No hay portamonedas
que seguro esté,
cuando lo diquela
uno de los tres.
Y si cae un primo
que tenga metal,
se le da el gran timo
aunque sea el primo
un primo carnal.

Guardias. Lu que es el talentu,
lu que es la mullera,
a ver si este chisme
lu inventa cualquiera.
Lu menus tres meses hace
que vamus tras de estus pillus,
y gracias a este caletre
pur fin lus hemus cugidu.
Caiga la trampa
con precaución,
que ya tenemos
dentru el ratón.
Este serviciu
pronto saldrá
en las colúminas
de "El imparcial". ¡Riá!

Los Ratas. ¡Ay qué gracia tiene
esta ratonera,
que se van los Ratas,
de cualquier manera!
Vamos con cuidado,
sin pestañear,
y ya van mil veces
que nos chuleamos
de la autoridad. ¡Riá!

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