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sábado, 17 de enero de 2015

La firma de Nietzsche.

Friedrich Nietzsche se presenta a sí mismo en la horizontalidad de una caligrafía legible, sin esquemas ni trucos, ni el envoltorio de un círculo donde ocultarse ni subrayándose tampoco por debajo para darse importancia. Quien eso firmó quería ser claro, conciso y concreto. Y además tenía prisa.

La separación que deja entre la mayor parte de las letras deja ver una cierta fragmentación de su mundo tan heterogéneo. Se nota particularmente entre las F y N mayúsculas y el resto del nombre y apellido que les siguen: ahí deja un espacio mayor. El palo superior de la F resulta gracioso, como un sombrero, o incluso como una reproducción de su propio bigote tan famoso.

Los puntos sobre las íes quedan pelín desplazados hacia la derecha, que es hacia donde se dirige la escritura, de manera que da la sensación de que los ponía después de dibujar el palito inferior de la vocal pensando ya en lo que venía después. Me gustan esas porciones como los puntos sobre las palabras o las tildes que parecen desprenderse de la masa central y terráquea del nombre, alejándose en una especie de órbita, un poco como de otro mundo.

Los trazos rectilíneos expresan visualmente la tensión de su pensamiento y un cierto nerviosismo.

Está escrito con una pluma de trazo grueso, lo cual explica la inexistencia del agujerito interior de la e, por ejemplo. En algún caso ciertas letras han quedado muy esquemáticas: la c del nombre o la s del apellido. Hay que decir Niezsche padeció una miopía muy fuerte que le impedía ver bien y leer durante mucho rato. Decía que tenía tres cuartos e incluso siete octavos de ceguera.

Choca ver el espacio tan amplio que separa el nombre del apellido, que parece distanciar dos mundos. El tamaño de las letras del apellido es también mayor: nombre y apellido tienen ambos 9 letras, y sin embargo ese apellido parece ocupar más espacio. Se trata del apellido familiar y en ese sentido quiero citar la imagen que dio de su padre, un pastor luterano, en su autobiografía que escribió para contarse la vida a sí mismo al final de sus días cuerdos:

“Mi padre murió a los treinta y seis años; era delicado, amable y enfermizo, como un ser destinado tan sólo a pasar de largo: más bien una bondadosa evocación de la vida que la vida misma. En el mismo año en que se hundió su vida, se hundiría también la mía: en el año treinta y seis de mi existencia llegué al punto más bajo de mi vitalidad: aún vivía, pero no veía a tres pasos delante de mí.”

Tras su colapso en Turín su madre y su hermana cuidaron de él. Llama particularmente la atención la figura de su madre Franziska, una buena mujer muy creyente que rezaba por su Fritz, al que quería profundamente. En esos últimos años se pasaba el día junto a él, y por las noches se quedaba también con él hasta que se dormía. Nietzsche fue siempre muy afectuoso con ella e incluso le pedía que no leyese sus escritos, para que no le doliesen las palabras.





2 comentarios:

  1. Interesante post. Creo que leí por algún lado que:tras su muerte, su hermana manipuló sus escritos, aproximándolos al ideario del movimiento nazi, durante algún tiempo la crítica atribuyó el tono corrosivo de sus escritos a la enfermedad que padecía desde joven y que terminó por ocasionarle la locura.

    “Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti” Es una de las frases que más me gustan de éste pensador. Un beso

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