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martes, 6 de enero de 2015

El Ulises de Germán: 4

Ulises se ha tendido plácidamente al sol en una playa de una isla para descansar. Sabe que sus hombres le andan buscando pero no le preocupa, tiene ganas de desconectar y deja libre la imaginación con los ojos cerrados mientras va probando las bayas que tiene en la mano. Su patria, su mujer, su hijo y su familia le esperan; pero todo le parece un recuerdo difuso y remoto, como de otra vida. Piensa en sí mismo cuando en Ítaca y se ve como a otra persona. ¿A dónde se van todas las cosas del pasado? Todo va a parar al gran depósito oscuro del universo desordenadamente lleno de cosas olvidadas. La arena, el rumor del mar, el viento que agita las hojas de los árboles y el graznido de las gaviotas ocupan su mente en ese momento. ¿Hasta qué punto se puede volver a ninguna parte cuando el tiempo lo cambia todo? Quizás esté siguiendo un falso rastro que lo aleja hacia lo desconocido. Siente la tentación de abandonar su papel y dejar vivir su vida a aquél que fue en otro tiempo, para dedicarse al presente en esa isla olvidada. Ni siquiera puede visualizar ya el rostro de Penélope...  Hay una especie de liberación en lo que ignoramos, y un amanecer que sigue al olvido...

Va a tomar otra baya y entonces siente una sombra que le tapa el sol. Abre los ojos y ve a sus hombres rodeándolo. Euríloco se acerca un poco más e inclinándose sobre él le pregunta:

- ¿Nos vamos ya?

Ulises le sonríe, le pide un minuto más mientras se le desvanecen los pensamientos y las palabras, y entonces se levanta. Mira las bayas en su mano y se las guarda en la bolsa en la que lleva sus cosas.

- Vamos.


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