Cuando las personas conviven a lo largo del tiempo, compartiendo las mismas palabras para referirse a vivencias y experiencias comunes, en un determinado territorio, se da eso que llamamos un pueblo, una cultura o incluso una nación. Polonia en tiempos de Chopin estaba bajo el dominio y la ley del imperio ruso; y ese sometimiento a la fuerza no anulaba su sensación de ser polacos, sino que la aumentaba. La música de Chopin está ligada indisolublemente a su tierra natal, e incluso hoy en día se le considera en Polonia como una gran figura nacional. Pero también conecta al mismo tiempo con todas las culturas del mundo y su popularidad es universal.
La salud de Chopin empeoró gravemente a principios de 1849. En verano llegó a un punto crítico y la muerte lo acechaba: los conocidos que lo visitaban en su apartamento de la plaza Vendôme de París, salían con la sensación de que aquella iba a ser la última vez que lo verían con vida. Su hermana Ludowika partió de Varsovia con su familia en junio para ir junto a Fryderyk.
Antoni Jędrzejewicz, sobrino de Chopin, contó que cuando su madre Ludowika llegó lo encontró muy mal. Chopin sentía fobia a ser enterrado vivo, y a veces conversaba con su hermana acerca de lo que sucedería a su cuerpo en la tumba. Le dijo que le gustaría descansar en el cementerio de Powązki, cerca de Varsovia, junto a su hermana Emilia y cerca de su padre. Pero, sabiendo que no iba a ser posible transportarlo hasta allí, le pidió que al menos llevase su corazón. Mientras que su cuerpo descansaría en el parisino cementerio de Père Lachaisse, cerca de su admirado Bellini.
Después de transmitir sus últimos deseos, el 17 de octubre a las dos de la madrugada moría en su cama consecuencia, según el dictamen médico, de la tuberculosis que padecía. Tenía 39 años. Para su funeral pidió el Réquiem de Mozart, y mientras lo enterraban interpretaron su célebre marcha fúnebre. Su compatriota Cyprian Kamil Norwid, también emigrado en París, le dedicó las siguientes palabras: “De Varsovia por nacimiento, polaco de corazón y ciudadano del mundo por su talento”.
Un par de meses después, Ludowika emprendía el viaje de vuelta a Varsovia con su familia y un secreto oculto debajo de su vestido, mientras cruzaba nerviosa la frontera austríaca y luego la rusa: en un frasco de cristal llevaba embalsamado en alcohol, probablemente cognac, el corazón de su hermano, para que pudiese descansar en su tierra natal. En Varsovia, lo llevó a la Iglesia de la Santa Cruz, cerca del último apartamento que había ocupado Fryderyk en aquella ciudad. Los curas expresaron su recelo respecto de aceptar el corazón de Chopin, al fin y al cabo el compositor no había sido nunca un ejemplo para la Iglesia. Sin embargo al final lo aceptaron y en marzo de 1879 le encontraron un lugar. Una pequeña comitiva acompañaba al corazón en silencio y con discreción aquella tarde: el zar Nicolás I había prohibido la música de Chopin porque causaba incómodos sentimientos patrióticos entre los polacos, así que existía el riesgo de que las autoridades zaristas requisaran la urna con el corazón si daban con él. Schumann dijo que en la música de Chopin había cañones ocultos entre las flores.
Un año después su hermana financió con diversas ayudas la escultura en mármol de Carrara que iba a acompañar al corazón, con la siguiente cita del evangelio de Mateo: “Allá donde esté tu tesoro, estará tu corazón”.
Como cualquier corazón, el de Chopin alternaba sus buenos y malos momentos, sus alegrías y sus tristezas con todos sus matices. Quizás incluso se aburriese en ocasiones. En 1863 los polacos se sublevaron junto a los lituanos contra la ocupación rusa: como represalia por el intento de asesinato del gobernador ruso de Polonia, soldados rusos defenestraron desde un segundo piso el piano de Chopin: el estruendo del piano chocando contra el suelo, con el sonido absurdo y disonante de las cuerdas al romperse, le debió dar un amargo disgusto. Por otra parte, se llevaría seguramente una alegría cuando se proclamó la independencia de Polonia en 1918.
Después del tratado de Versalles, Polonia se anexionó territorios alemanes, mientras que en sus fronteras orientales los ucranianos pretendían independizarse como república. Europa, después del final de la Gran Guerra, seguía siendo un problema de potencias en expansión sin solucionar. El 1 de septiembre de 1939 Alemania cruzaba la frontera polaca por el oeste e invadía rápidamente el país con sus panzerdivisionen: Inglaterra y luego Francia declararon como consecuencia la guerra a Alemania. Mientras tanto los rusos atacaban por el este para invadir territorio polaco, previo pacto con los alemanes. En octubre el gobierno polaco se rendía ante la ofensiva alemana, que ocuparía Varsovia hasta el final de la guerra.
Los alemanes cerraron enseguida el Instituto Chopin y secuestraron sus manuscritos. Hicieron volar el monumento dedicado a su memoria en el parque Łazienki y prohibieron la ejecución de su música. Sin embargo su corazón siguió latiendo en secreto: su música continuó interpretándose en peligrosos conciertos clandestinos en casas particulares.
Nadie en Varsovia pudo haberse imaginado al principio a qué extremos de barbarie llegarían los alemanes durante su ocupación: el gueto para los judíos entró en funcionamiento inmediatamente después de la invasión; montones de fusilamientos diarios e indiscriminados de población civil se convirtieron en una práctica habitual; destruyeron concienzudamente cualquier expresión de la cultura polaca; desplazaron en misteriosos trenes a la población que no consideraban germanizable; Treblinka estaba a 100 km de Varsovia y Auschwitz sólo a 300. Había en todo aquello una inhumanidad desproporcionada, todo lo que sucedía resultaba difícil de creer y de explicar. Incluso hoy en día.
El 19 de abril de 1943 se rebelaban los judíos del gueto: aguantaron un mes el ataque del ejército alemán hasta ser aplastados. El 1 de agosto de 1944 estallaba el levantamiento de Varsovia. Las calles y edificios de la ciudad se convirtieron en un sangriento campo de batalla. Durante el combate los alemanes tomaron la Iglesia de la Santa Cruz. El periodista Andrzej Pettyn ha documentado lo sucedido durante aquellos días, y entrevistó al Padre Alojzy Niedziela, que fue testigo de lo que entonces sucedió: los alemanes descubrieron la urna con el corazón y se ofrecieron, con su propio capellán, para llevarlo a un sitio seguro y protegerlo. Los párrocos polacos accedieron al cabo de un par de días.
El comandante de las SS Heinz Reinefarth contó por su parte, años después de que terminara la guerra, que sus hombres encontraron, tras un enfrentamiento con los milicianos polacos junto a la Iglesia, la urna con el corazón. Se la llevaron y la dejaron dentro de una caja de cuero en su cama. Contactó con el general de las SS Erich von dem Bach, que a su vez llamó al arzobispo de Varsovia para averiguar a quién correspondía la reliquia. Reinefarth, amante de la música, abrió la caja y descubrió que se trataba del corazón de Chopin.
Von dem Bach, consciente de que la guerra no iba bien, aprovechó la ocasión para intentar limpiar su imagen ante los polacos. Organizó una especie de evento propagandístico con una puesta en escena adornada de grandes banderas rojas y esvásticas negras, con focos y cámaras de cine que pudiesen captar el momento en el que los alemanes devolviesen, con toda solemnidad, el corazón de Chopin en una urna de madera a Su Excelencia el Padre Antoni Szlagowski, administrador de la archidiócesis de Varsovia, en presencia de diversas autoridades. Un oficial superior de von dem Bach se acercó al anciano Szlagowski, para entregarle la urna con el corazón acompañándose del siguiente discurso:
"En esta guerra, el Gran Reich siempre ha hecho todo lo que está en su poder para proteger de la destrucción, los más valiosos bienes de la cultura de la humanidad para las generaciones futuras. Un soldado alemán en el Este defiende la antigua cultura cristiana de la extinción y la barbarie ... Yo, por orden del Obergruppenführer y General von dem Bach, le hago entrega del ataúd con el corazón de Chopin, encontrado por nuestros soldados ".
Un inesperado accidente provocó que las luces se apagaran de repente, y así no pudieron filmar la entrega de la urna.
El arzobispo regresó con el corazón a Milanówka y, preocupado por que los alemanes cambiaran de opinión y quisieran recuperarlo de nuevo, lo trasladó en secreto a una casa particular durante un tiempo. Luego le hicieron una bonita caja de madera que lo contuviese en su frasco de cristal.
El ejército alemán comandado por Von Den Bach fue desbastador con el levantamiento de Varsovia: masacraron a los milicianos y a la población civil, con un balance de al menos 200 mil muertos, incluyendo la atroz matanza de Wola. Destruyó sistemáticamente con la artillería y los bombardeos de la Luftwaffe la ciudad siguiendo las instrucciones de Himmler: parecía que quisieran hacerla desaparecer de la faz de la tierra y de la memoria de las personas. Varsovia se había convertido en una especie de fantasmagórico y apocalíptico escenario vacío de vida.
Después de la rendición alemana, en Mayo de 1945 decidieron verificar el estado del corazón y desmontaron la urna de madera con todas sus protecciones. Comprobaron que se hallaba en perfecto estado de conservación, y se sorprendieron de su tamaño: se trataba de un corazón anormalmente grande, más si consideramos que Chopin medía apenas metro setenta y pesaba unos 40 kilos por entonces. En el 96 aniversario de su muerte, el 17 de octubre de ese mismo año, el corazón volvería a Varsovia, pasando por su pueblo natal Zelazowa Wola, en lo que se convertiría en un gran acontecimiento nacional. La gente salía a las ventanas adornadas con banderas rojas y blancas para ver pasar el coche que lo transportaría hasta la Iglesia de la Santa Cruz, mientras filas de personas flanqueaban las carreteras y las calles, con la cabeza inclinada y en silencio, con una emoción difícil de definir al ver que el corazón con su urna volvía por fin a su lugar en una Polonia que acaba de sufrir el peor episodio de su historia: casi siete millones de polacos, principalmente civiles, habían muerto durante la ocupación alemana. Un carro cargado con flores seguía al corazón, y de vez en cuando se le acercaba alguien para depositar también las suyas.
Cuando devolvieron por fin el corazón de vuelta a su lugar de la Iglesia de la Santa Cruz, en presencia de todas las autoridades, el profesor Henryk Sztompka interpretó mazurcas de Chopin, el nocturno en do sostenido menor, y la polonesa en La bemol mayor.
Una vez acabada la guerra comenzó un nuevo reparto del mundo, y la URSS se anexionó parte del territorio polaco, mientras que por el otro lado una franja de Alemania pasaba a ser polaca. El gobierno polaco en el exilio durante la ocupación alemana, no iba a poder volver y tendría que seguir en el exilio durante unas cuantas décadas más: la república de Polonia pasó a formar parte de un imperio soviético represivo en grado extremo, envuelto de una propaganda omnipresente que pretendía justificar su modelo de vida, así como anular cualquier sentimiento nacional polaco. Una vez más, el corazón de Chopin iba a tener que seguir latiendo con resignación en los tiempos adversos que iban a seguir.
La estatua del parque Łazienki en memoria de Chopin, que habían hecho volar los alemanes, fue reconstruida en 1958. Y cuando las personas no saben o no pueden cambiar las cosas, se encarga de hacerlo el tiempo a su manera. Los 60 y los 70 dieron lugar a los años 80: el sindicato Solidaridad, apoyado por la iglesia católica, la opinión general y el respaldo internacional, condujo al país hacia la democracia y su occidentalización mientras el imperio soviético comenzaba a desmoronarse. En el 2004 Polonia ingresaba en la Unión Europea, conservando su moneda.
En el 2008 un grupo de científicos propuso analizar el ADN del corazón de Chopin, y verificar la auténtica causa de su muerte: su teoría era que no había muerto directamente de la tuberculosis que padecía, sino de fibrosis quística y la pericarditis consecuente que explicaría el enorme tamaño de su corazón. El gobierno polaco decidió rechazar la petición y dejar descansar así al corazón, que había sufrido más de lo que ningún corazón puede aguantar durante sus 160 años de vicisitudes.
El nocturno en do menor tiene tres partes: la primera contiene frases inspiradas por algún tipo de desánimo, que terminan cayendo hacia abajo en sus últimas notas como llevándolas hacia la nada. Entonces viene un momento reflexivo, seguido de una reacción emocional de afirmación que se llena de una violenta vitalidad y fuerza; sobre la que construye una tercera parte esperanzadora y dolorosa a la vez, con un ritmo que late y una melodía que ata los cabos sueltos del principio, cerrando con un pensamiento de notas ascendentes y su final. Da la sensación al escuchar un acorde menor que nos falta algo, simplemente porque entre la primera nota de la escala y la tercera hay un semitono menos que en una escala mayor. Hay en el fondo de todo esto un sentimiento de pérdida. Interpreta Artur Rubinstein.
Las imágenes proceden del archivo fotográfico del Museo del Levantamiento de Varsovia.
La salud de Chopin empeoró gravemente a principios de 1849. En verano llegó a un punto crítico y la muerte lo acechaba: los conocidos que lo visitaban en su apartamento de la plaza Vendôme de París, salían con la sensación de que aquella iba a ser la última vez que lo verían con vida. Su hermana Ludowika partió de Varsovia con su familia en junio para ir junto a Fryderyk.
Antoni Jędrzejewicz, sobrino de Chopin, contó que cuando su madre Ludowika llegó lo encontró muy mal. Chopin sentía fobia a ser enterrado vivo, y a veces conversaba con su hermana acerca de lo que sucedería a su cuerpo en la tumba. Le dijo que le gustaría descansar en el cementerio de Powązki, cerca de Varsovia, junto a su hermana Emilia y cerca de su padre. Pero, sabiendo que no iba a ser posible transportarlo hasta allí, le pidió que al menos llevase su corazón. Mientras que su cuerpo descansaría en el parisino cementerio de Père Lachaisse, cerca de su admirado Bellini.
Después de transmitir sus últimos deseos, el 17 de octubre a las dos de la madrugada moría en su cama consecuencia, según el dictamen médico, de la tuberculosis que padecía. Tenía 39 años. Para su funeral pidió el Réquiem de Mozart, y mientras lo enterraban interpretaron su célebre marcha fúnebre. Su compatriota Cyprian Kamil Norwid, también emigrado en París, le dedicó las siguientes palabras: “De Varsovia por nacimiento, polaco de corazón y ciudadano del mundo por su talento”.
Un par de meses después, Ludowika emprendía el viaje de vuelta a Varsovia con su familia y un secreto oculto debajo de su vestido, mientras cruzaba nerviosa la frontera austríaca y luego la rusa: en un frasco de cristal llevaba embalsamado en alcohol, probablemente cognac, el corazón de su hermano, para que pudiese descansar en su tierra natal. En Varsovia, lo llevó a la Iglesia de la Santa Cruz, cerca del último apartamento que había ocupado Fryderyk en aquella ciudad. Los curas expresaron su recelo respecto de aceptar el corazón de Chopin, al fin y al cabo el compositor no había sido nunca un ejemplo para la Iglesia. Sin embargo al final lo aceptaron y en marzo de 1879 le encontraron un lugar. Una pequeña comitiva acompañaba al corazón en silencio y con discreción aquella tarde: el zar Nicolás I había prohibido la música de Chopin porque causaba incómodos sentimientos patrióticos entre los polacos, así que existía el riesgo de que las autoridades zaristas requisaran la urna con el corazón si daban con él. Schumann dijo que en la música de Chopin había cañones ocultos entre las flores.
Un año después su hermana financió con diversas ayudas la escultura en mármol de Carrara que iba a acompañar al corazón, con la siguiente cita del evangelio de Mateo: “Allá donde esté tu tesoro, estará tu corazón”.
Como cualquier corazón, el de Chopin alternaba sus buenos y malos momentos, sus alegrías y sus tristezas con todos sus matices. Quizás incluso se aburriese en ocasiones. En 1863 los polacos se sublevaron junto a los lituanos contra la ocupación rusa: como represalia por el intento de asesinato del gobernador ruso de Polonia, soldados rusos defenestraron desde un segundo piso el piano de Chopin: el estruendo del piano chocando contra el suelo, con el sonido absurdo y disonante de las cuerdas al romperse, le debió dar un amargo disgusto. Por otra parte, se llevaría seguramente una alegría cuando se proclamó la independencia de Polonia en 1918.
Después del tratado de Versalles, Polonia se anexionó territorios alemanes, mientras que en sus fronteras orientales los ucranianos pretendían independizarse como república. Europa, después del final de la Gran Guerra, seguía siendo un problema de potencias en expansión sin solucionar. El 1 de septiembre de 1939 Alemania cruzaba la frontera polaca por el oeste e invadía rápidamente el país con sus panzerdivisionen: Inglaterra y luego Francia declararon como consecuencia la guerra a Alemania. Mientras tanto los rusos atacaban por el este para invadir territorio polaco, previo pacto con los alemanes. En octubre el gobierno polaco se rendía ante la ofensiva alemana, que ocuparía Varsovia hasta el final de la guerra.
Los alemanes cerraron enseguida el Instituto Chopin y secuestraron sus manuscritos. Hicieron volar el monumento dedicado a su memoria en el parque Łazienki y prohibieron la ejecución de su música. Sin embargo su corazón siguió latiendo en secreto: su música continuó interpretándose en peligrosos conciertos clandestinos en casas particulares.
Nadie en Varsovia pudo haberse imaginado al principio a qué extremos de barbarie llegarían los alemanes durante su ocupación: el gueto para los judíos entró en funcionamiento inmediatamente después de la invasión; montones de fusilamientos diarios e indiscriminados de población civil se convirtieron en una práctica habitual; destruyeron concienzudamente cualquier expresión de la cultura polaca; desplazaron en misteriosos trenes a la población que no consideraban germanizable; Treblinka estaba a 100 km de Varsovia y Auschwitz sólo a 300. Había en todo aquello una inhumanidad desproporcionada, todo lo que sucedía resultaba difícil de creer y de explicar. Incluso hoy en día.
El 19 de abril de 1943 se rebelaban los judíos del gueto: aguantaron un mes el ataque del ejército alemán hasta ser aplastados. El 1 de agosto de 1944 estallaba el levantamiento de Varsovia. Las calles y edificios de la ciudad se convirtieron en un sangriento campo de batalla. Durante el combate los alemanes tomaron la Iglesia de la Santa Cruz. El periodista Andrzej Pettyn ha documentado lo sucedido durante aquellos días, y entrevistó al Padre Alojzy Niedziela, que fue testigo de lo que entonces sucedió: los alemanes descubrieron la urna con el corazón y se ofrecieron, con su propio capellán, para llevarlo a un sitio seguro y protegerlo. Los párrocos polacos accedieron al cabo de un par de días.
El comandante de las SS Heinz Reinefarth contó por su parte, años después de que terminara la guerra, que sus hombres encontraron, tras un enfrentamiento con los milicianos polacos junto a la Iglesia, la urna con el corazón. Se la llevaron y la dejaron dentro de una caja de cuero en su cama. Contactó con el general de las SS Erich von dem Bach, que a su vez llamó al arzobispo de Varsovia para averiguar a quién correspondía la reliquia. Reinefarth, amante de la música, abrió la caja y descubrió que se trataba del corazón de Chopin.
Von dem Bach, consciente de que la guerra no iba bien, aprovechó la ocasión para intentar limpiar su imagen ante los polacos. Organizó una especie de evento propagandístico con una puesta en escena adornada de grandes banderas rojas y esvásticas negras, con focos y cámaras de cine que pudiesen captar el momento en el que los alemanes devolviesen, con toda solemnidad, el corazón de Chopin en una urna de madera a Su Excelencia el Padre Antoni Szlagowski, administrador de la archidiócesis de Varsovia, en presencia de diversas autoridades. Un oficial superior de von dem Bach se acercó al anciano Szlagowski, para entregarle la urna con el corazón acompañándose del siguiente discurso:
"En esta guerra, el Gran Reich siempre ha hecho todo lo que está en su poder para proteger de la destrucción, los más valiosos bienes de la cultura de la humanidad para las generaciones futuras. Un soldado alemán en el Este defiende la antigua cultura cristiana de la extinción y la barbarie ... Yo, por orden del Obergruppenführer y General von dem Bach, le hago entrega del ataúd con el corazón de Chopin, encontrado por nuestros soldados ".
Un inesperado accidente provocó que las luces se apagaran de repente, y así no pudieron filmar la entrega de la urna.
El arzobispo regresó con el corazón a Milanówka y, preocupado por que los alemanes cambiaran de opinión y quisieran recuperarlo de nuevo, lo trasladó en secreto a una casa particular durante un tiempo. Luego le hicieron una bonita caja de madera que lo contuviese en su frasco de cristal.
El ejército alemán comandado por Von Den Bach fue desbastador con el levantamiento de Varsovia: masacraron a los milicianos y a la población civil, con un balance de al menos 200 mil muertos, incluyendo la atroz matanza de Wola. Destruyó sistemáticamente con la artillería y los bombardeos de la Luftwaffe la ciudad siguiendo las instrucciones de Himmler: parecía que quisieran hacerla desaparecer de la faz de la tierra y de la memoria de las personas. Varsovia se había convertido en una especie de fantasmagórico y apocalíptico escenario vacío de vida.
Después de la rendición alemana, en Mayo de 1945 decidieron verificar el estado del corazón y desmontaron la urna de madera con todas sus protecciones. Comprobaron que se hallaba en perfecto estado de conservación, y se sorprendieron de su tamaño: se trataba de un corazón anormalmente grande, más si consideramos que Chopin medía apenas metro setenta y pesaba unos 40 kilos por entonces. En el 96 aniversario de su muerte, el 17 de octubre de ese mismo año, el corazón volvería a Varsovia, pasando por su pueblo natal Zelazowa Wola, en lo que se convertiría en un gran acontecimiento nacional. La gente salía a las ventanas adornadas con banderas rojas y blancas para ver pasar el coche que lo transportaría hasta la Iglesia de la Santa Cruz, mientras filas de personas flanqueaban las carreteras y las calles, con la cabeza inclinada y en silencio, con una emoción difícil de definir al ver que el corazón con su urna volvía por fin a su lugar en una Polonia que acaba de sufrir el peor episodio de su historia: casi siete millones de polacos, principalmente civiles, habían muerto durante la ocupación alemana. Un carro cargado con flores seguía al corazón, y de vez en cuando se le acercaba alguien para depositar también las suyas.
Cuando devolvieron por fin el corazón de vuelta a su lugar de la Iglesia de la Santa Cruz, en presencia de todas las autoridades, el profesor Henryk Sztompka interpretó mazurcas de Chopin, el nocturno en do sostenido menor, y la polonesa en La bemol mayor.
Una vez acabada la guerra comenzó un nuevo reparto del mundo, y la URSS se anexionó parte del territorio polaco, mientras que por el otro lado una franja de Alemania pasaba a ser polaca. El gobierno polaco en el exilio durante la ocupación alemana, no iba a poder volver y tendría que seguir en el exilio durante unas cuantas décadas más: la república de Polonia pasó a formar parte de un imperio soviético represivo en grado extremo, envuelto de una propaganda omnipresente que pretendía justificar su modelo de vida, así como anular cualquier sentimiento nacional polaco. Una vez más, el corazón de Chopin iba a tener que seguir latiendo con resignación en los tiempos adversos que iban a seguir.
La estatua del parque Łazienki en memoria de Chopin, que habían hecho volar los alemanes, fue reconstruida en 1958. Y cuando las personas no saben o no pueden cambiar las cosas, se encarga de hacerlo el tiempo a su manera. Los 60 y los 70 dieron lugar a los años 80: el sindicato Solidaridad, apoyado por la iglesia católica, la opinión general y el respaldo internacional, condujo al país hacia la democracia y su occidentalización mientras el imperio soviético comenzaba a desmoronarse. En el 2004 Polonia ingresaba en la Unión Europea, conservando su moneda.
En el 2008 un grupo de científicos propuso analizar el ADN del corazón de Chopin, y verificar la auténtica causa de su muerte: su teoría era que no había muerto directamente de la tuberculosis que padecía, sino de fibrosis quística y la pericarditis consecuente que explicaría el enorme tamaño de su corazón. El gobierno polaco decidió rechazar la petición y dejar descansar así al corazón, que había sufrido más de lo que ningún corazón puede aguantar durante sus 160 años de vicisitudes.
El nocturno en do menor tiene tres partes: la primera contiene frases inspiradas por algún tipo de desánimo, que terminan cayendo hacia abajo en sus últimas notas como llevándolas hacia la nada. Entonces viene un momento reflexivo, seguido de una reacción emocional de afirmación que se llena de una violenta vitalidad y fuerza; sobre la que construye una tercera parte esperanzadora y dolorosa a la vez, con un ritmo que late y una melodía que ata los cabos sueltos del principio, cerrando con un pensamiento de notas ascendentes y su final. Da la sensación al escuchar un acorde menor que nos falta algo, simplemente porque entre la primera nota de la escala y la tercera hay un semitono menos que en una escala mayor. Hay en el fondo de todo esto un sentimiento de pérdida. Interpreta Artur Rubinstein.
Las imágenes proceden del archivo fotográfico del Museo del Levantamiento de Varsovia.