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viernes, 3 de octubre de 2014

Plaça del Rei.

Alrededor de esta plaza se han sucedido tantas cosas a lo largo de los siglos que querer dar una mínima idea de tan sólo unas cuantas excede las posibilidades de este post. Lo mejor que puede hacer el visitante es ir a la plaza, echar un vistazo general y luego tal vez sentarse en alguna de las mesas que el bar de la esquina tiene instaladas cerca de la escultura de Chillida. Desde ahí te puedes ir fijando en las fachadas que enmarcan el rectángulo de la plaza mientras pasan los turistas, e imaginar lo que el viento se llevó hace tanto tiempo. Queda la capilla de Santa Ágata a un lado, el Palacio del Lloctinent al otro, y el Palacio Mayor al fondo con la torre del mirador del Rei Martí y la escalinata que da al Salón del Tinell, con la Casa Padellàs que cierra el espacio. La plaza tiene su origen en el siglo XI y seguramente conecte con la época visigoda, y se hallaron restos de la antigua ciudad romana no hace mucho en el subsuelo. Por ahí han pasado los gobernantes de la ciudad, reyes y mandatarios, ha contemplado combates y ajusticiamientos, y gente que iba y venía en su quehacer diario, hasta quedarse convertida en un lugar evocador como un decorado de otros tiempos.

El viernes 7 de diciembre de 1492 a mediodía sucedió un hecho inesperado que conmocionó la ciudad. El rey Fernando II llamado el Católico se hallaba en la ciudad para negociar un tratado con los embajadores del rey de Francia. Según era su costumbre los viernes atendía en el Palacio Mayor con los jueces las demandas del público, escuchaba los casos sentado en la silla de su sitial y dirimía sobre ellos. A eso de las 12 se levantó para ir a comer y salió para bajar las escaleras en dirección a la plaza rodeado de su séquito. Un individuo que salió de la iglesia que estaba al lado se fue haciendo sitio entre la multitud hasta acercarse a él, y mientras el rey descendía por el segundo peldaño el individuo se situó detrás y sacó una espada corta y ancha, con la que le asestó un golpe en el cuello. El nerviosismo del momento le hizo errar en la cuchillada, y la cadena de oro y la ropa del rey pararon parte del golpe; pero el rey quedó malherido y comenzó a sangrar abundantemente. Sus ayudantes detuvieron al regicida antes de que pudiera dar un segundo golpe, le clavaron 3 puñaladas, y cuando lo iban a matar Fernando les gritó en castellano: “¡No le matéis!”.

El archivero real de Barcelona Pere Miquel Carbonell se hallaba trabajando en su archivo acerca de unas prerrogativas de la corona cuando escuchó el jaleo. Salió y fue a la gran sala del Palacio y halló las puertas cerradas. Preguntó a los demás entre empujones y le dieron noticias contradictorias: que habían herido al rey, e incluso degollado. El miedo hizo que la gente tomara las armas en la ciudad y se prepararan para lo que aquello pudiese significar, y fueron llegando progresivamente frente al Palacio para conocer la verdad clamando a gritos venganza. La multitud se agolpaba frente a la puerta del Palacio y la golpeaba hasta hacerla temblar.

En su aposento Fernando perdió el conocimiento. Los médicos le inspeccionaron y vieron que no moriría: la herida era profunda y tenía la clavícula rota, pero no era mortal. Le cosieron 7 puntos y lo dejaron descansar. La reina Isabel fue a Palacio acompañada de sus doncellas temiéndose lo peor, y la tranquilizaron asegurándole que el rey viviría y que estaba ya a salvo. Fernando terminó asomándose al balcón para calmar al tumulto e incluso un poco después se dio una vuelta por la ciudad a caballo para que pudiesen verlo.

El asesino resultó ser Joan Canyamàs, un payés de remensa que según parece actuó solo. En el interrogatorio contestó como un loco: dijo entre otras cosas que la corona le pertenecía y que si se le restituía le perdonaría la vida a Fernando. Del interrogatorio se pasó a una tortura muy severa, pero nada más hallaron. El día 12 se le ejecutó para que sirviese de ejemplo a todo el mundo y para siempre. Lo llevaron en un carro desnudo y amarrado a un palo sobre una montaña de maderas, y fue recorriendo las calles por donde solía ir la procesión del Corpus. En cada parada que hacía le amputaban una parte de su cuerpo: primero un puño y luego medio brazo, entonces un ojo y después el otro y el otro puño, el brazo, la pierna, y así hasta desmembrarlo completamente y quitarle al final el cerebro. Pero nunca se quejó, entre el barullo de los muchachos que a su alrededor le iban siguiendo. Lo sacaron de la ciudad y apedrearon su cadáver, y finalmente lo hicieron arder entre las maderas sobre las que viajaba.

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3 comentarios:

  1. Realmente un lugar que se disfrutará mucho más al conocer toda su historia...

    Gracias

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  2. Hola Germán:

    Te felicito por las estupendas fotos. Es un lugar encantador, una joya arquitectónica y urbana. Ahora ya tengo un lugar más pendiente de visitar.También te felicito por acompañar las fotos con ese relato histórico.

    Saludos.

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  3. Buenas tardes, German! Un relato historico...con lo que me apasionan. Gracias.
    No sabia de ese percance, ni de los metodos disuasorios de los Reyes Catolicos.
    La Plaza Real es una de mis preferidas de Barna, cuando vuelva, me acordare de ti.
    Un abrazo

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