Ulises saluda desde cubierta a los que han ido al muelle para despedirle mientras zarpa temprano de Esqueria hacia Ítaca, y busca con la mirada a Nausícaa sin encontrarla. Sí ve a su madre la reina Arete, que detrás del grupo de gente le mira fijamente con una expresión que le incomoda. Levanta su mano para saludarla pero ella se gira y se vuelve a la casa. Una vez se aleja de la costa se va a la proa y se queda a solas mirando el horizonte, y piensa en Nausícaa tal como la vio el primer día: flaca, ágil, guapa y despierta. Calcula que debe tener la edad de Telémaco, y piensa en sus ojos grandes y almendrados que no se pudo quitar de encima después de aparecer de la maleza perdido, y toparse con ella mientras lavaba la ropa en el río. Empezó a contarle una historia que a él mismo le sonaba absurda mientras la improvisaba, y ella se rió y le pidió que se la contara más tarde. Nausícaa le dio una túnica limpia y se giró para no verlo desnudo mientras él se lavaba en el agua limpia, y le iba preguntando cosas con curiosidad.
Luego se sentaron y conversaron un rato junto al agua. Ulises se sorprendió de su pensamiento:
- En realidad, si te paras a pensarlo todos somos forasteros, basta con ir a otra ciudad para comprobarlo. Y posiblemente un rey sea al final el más extranjero de todos. No hace falta que me cuentes una historia como ésa para que te ayude, te ayudaré a volver a tu tierra. Y ahora dime una cosa, ¿te casarías conmigo?
Luego se sentaron y conversaron un rato junto al agua. Ulises se sorprendió de su pensamiento:
- En realidad, si te paras a pensarlo todos somos forasteros, basta con ir a otra ciudad para comprobarlo. Y posiblemente un rey sea al final el más extranjero de todos. No hace falta que me cuentes una historia como ésa para que te ayude, te ayudaré a volver a tu tierra. Y ahora dime una cosa, ¿te casarías conmigo?
Ulises se la quedó mirando tratando de comprender a la muchacha, y después de unos segundos en silencio ella le dijo:
-Venga, vamos.
Lo acompañó a la ciudad y le explicó cómo debía presentarse ante el rey y la reina para ganarse su confianza: sobre todo la de la reina. Se separaron y Ulises se quedó un rato mirándola con las mulas cargadas de ropa limpia yendo a lo alto de la ciudad.
Sólo volvieron a verse una vez más. En la fiesta de despedida Nausícaa se giró inconscientemente mientras se encontraba hablando animadamente con unos amigos, y dio con la mirada de Ulises. Se le había aparecido en un sueño que no sabía cómo interpretar, y eso la dejó pensativa durante unos días. Se miraron un momento y ella levantó la mano para saludarlo, le sonrió y volvió a la conversación con su grupito.
La reina Arete vuelve pensativa al palacio. Su hija, aunque un tanto descuidada en su aspecto, tenía a los muchachos detrás de ella. Había salido lista como la madre, y aunque no era muy diestra tejiendo sí era en cambio una gran lectora y tenía facilidad para escribir. Tenía que fijarse en un extranjero, piensa su madre; es demasiado distinta e imaginativa como para integrarse en el montón aislada del gran mundo. Se cruza en una sala con el rey, que a veces parece no enterarse de nada, y este le pregunta contento que cómo había ido la despedida de Ulises. Le cuenta por encima lo que ha visto y enseguida se va a buscar a su hija. Su camarera Apira le dice que está afuera en el patio de los olivos leyendo. Arete la encuentra anotando algo en un rollo y con unos mapas en el suelo, mirando distraída al vacío, y se sienta a su lado.
- No volverá, hija.
- Volveremos a saber de él.
Nausícaa le mira y continúa con sus anotaciones. Arete se levanta, le acaricia la cabeza y la deja sola con sus mapas y sus rollos.
-Venga, vamos.
Lo acompañó a la ciudad y le explicó cómo debía presentarse ante el rey y la reina para ganarse su confianza: sobre todo la de la reina. Se separaron y Ulises se quedó un rato mirándola con las mulas cargadas de ropa limpia yendo a lo alto de la ciudad.
Sólo volvieron a verse una vez más. En la fiesta de despedida Nausícaa se giró inconscientemente mientras se encontraba hablando animadamente con unos amigos, y dio con la mirada de Ulises. Se le había aparecido en un sueño que no sabía cómo interpretar, y eso la dejó pensativa durante unos días. Se miraron un momento y ella levantó la mano para saludarlo, le sonrió y volvió a la conversación con su grupito.
La reina Arete vuelve pensativa al palacio. Su hija, aunque un tanto descuidada en su aspecto, tenía a los muchachos detrás de ella. Había salido lista como la madre, y aunque no era muy diestra tejiendo sí era en cambio una gran lectora y tenía facilidad para escribir. Tenía que fijarse en un extranjero, piensa su madre; es demasiado distinta e imaginativa como para integrarse en el montón aislada del gran mundo. Se cruza en una sala con el rey, que a veces parece no enterarse de nada, y este le pregunta contento que cómo había ido la despedida de Ulises. Le cuenta por encima lo que ha visto y enseguida se va a buscar a su hija. Su camarera Apira le dice que está afuera en el patio de los olivos leyendo. Arete la encuentra anotando algo en un rollo y con unos mapas en el suelo, mirando distraída al vacío, y se sienta a su lado.
- No volverá, hija.
- Volveremos a saber de él.
Nausícaa le mira y continúa con sus anotaciones. Arete se levanta, le acaricia la cabeza y la deja sola con sus mapas y sus rollos.