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viernes, 20 de marzo de 2015

El Ulises de Germán: 8

Ulises deja a Euríloco aterrorizado con los demás junto al barco y sale solo en busca de Circe. Atraviesa la espesura del bosque mientras anochece hasta divisar a lo lejos el humo de un hogar, y lo sigue hasta llegar al claro en el que se sitúa la casa. Se detiene y se la queda mirando a una cierta distancia, y entonces se sobresalta al escuchar un ruido brusco entre el follaje a pocos metros de él: de pronto aparece de un salto un ciervo, que lo mira un momento antes de salir corriendo en otra dirección. Está nervioso y toca con la mano la empuñadura de su espada. Ya ha oscurecido y sólo ve luz en una ventana del piso de abajo. Ve la puerta principal abierta y a través de ella le llega la voz de una mujer que canta. Le está esperando. Reanuda decidido el paso y entra en la casa.

Circe está de espaldas inclinada acomodando un leño en el fuego, y entonces se gira y le sonríe mientras le pide que cierre la puerta. La mesa está preparada con cena para dos y le invita a sentarse. Ulises saca su espada, la coloca junto a su plato, y entonces se sienta. Circe se fija en la espada que ha dejado a mano y le ofrece un poco de vino para empezar. Ulises le mira a los ojos mientras pasa directamente al asunto:

- Dónde están mis hombres.

- Escondidos.

- ¿Por qué?

- Se habían recluido en una prisión dentro de sí mismos, yo sólo le he dado expresión. Después de las guerras, los saqueos, las matanzas, y todos los viajes y las huidas que han tenido que vivir andaban extraviados y ya no eran ellos mismos. Pero siguen ahí, en el fondo, y mañana por la mañana los liberaré y los verás de nuevo, más jóvenes, más hermosos e incluso más altos que antes. ¿No vas a probar el vino?

Ulises intercambia las copas. Circe se lo queda mirando y se ríe, y entonces él pone su mano sobre la espada:

- Tú primero.

Ella toma la copa, bebe un sorbo y se limpia los labios:

- Es un vino de hace pocas semanas, violeta y afrutado. ¿Vas a beber?

Ulises se lo piensa un momento, toma la copa, mira el vino y entonces se la bebe de un trago. Se queda un instante temiendo algún tipo de reacción pero nada sucede. Ella se acerca y se la vuelve a llenar.

- No verás carne en la comida, sin embargo es sabrosa. Puedes comer tranquilo, no voy a envenenarte. Te aconsejo que ni tú ni tus hombres cacéis en este bosque, las cosas por aquí no son lo que parecen... Todo lo he preparado yo misma.

Ulises se recuesta en su silla y mira a la enigmática mujer sirviendo la comida como si fuese un ama de casa. Le amargó la vida a Escila sin necesidad, por el negligente placer de cometer una maldad sin importarle las consecuencias. Parece complicada, y sin embargo según se mire resulta también extremadamente simple en su comportamiento más allá del bien y del mal con su brujería. Le estaba esperando, vuelve a pensar. Los dos saben que también él miente con frecuencia con tal de sacar alguna ventaja, y eso posiblemente sea algo que a ella le agrade. Se la imagina mintiendo a los marineros que pasan por ahí, y comprende que una bonita boca como la suya tiene permiso para mentir entre los hombres con tal de poderla escuchar.

- No quiero matarte, y tampoco quiero perder para siempre a mis hombres. No sé a qué estás jugando, dime qué quieres.

- Mañana por la mañana liberaré a tus hombres. Primero a 6, luego a otros 6 y así hasta el último. Y ahora por favor cenemos ya, se enfría la comida. Luego te preparé un baño y entonces te vendrás a mi lecho para que yazgas conmigo. Tú eres lo que quiero. Los dos veremos si nos mentimos: puedes usar tu espada si ves que te miento, yo acabaré contigo si veo que me estás engañando.



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