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viernes, 13 de marzo de 2015

El Ulises de Germán: 6


Ulises contempla sentado en la popa y apoyado en el timón la noche tranquila e inmóvil con la luna llena. El viento había cesado por la tarde, así que arriaron la vela y remaron durante horas hasta que ya a oscuras decidieron descansar. La tripulación se ha quedado dormida en los remos y alguno yace tirado cómodamente en cubierta, mientras él se ha quedado solo haciendo guardia. Por la mañana los quiere descansados y los deja dormir. Piensa que los dioses no duermen nunca, y que siguen urdiendo sus tramas mientras las personas descansan. Circe le aconsejó que se taparan los oídos para no escuchar el canto de las sirenas cuando se acercasen a los riscos, y que si quería escucharlas se hiciese sujetar con una cuerda al mástil mientras pasaban de largo. Y después vendría el paso por el estrecho entre Escila y Caribdis. Cabecea un poco y para despejarse se levanta y va a buscar la soga a la despensa de proa, pasando entre sus hombres con cuidado, y la deja junto al palo. Vuelve a popa y se sienta de nuevo junto al timón. De pronto se da cuenta de que hace rato que no escucha ningún ruido, ni el sonido del agua ni el crujir de la madera. No están tan lejos de la costa, debería escuchar al menos el rumor de las olas rompiendo a lo lejos. Comprende que hay algo extraño en ese silencio y al girarse golpea sin querer una jarra que tenía junto a él y cae al mar, pero no oye ningún chasquido. Instintivamente da una palmada en el aire para escuchar su propio ruido, pero tampoco lo oye. Se pone en pie asustado y mira hacia el agua adonde se ha caído la jarra, y entonces ve bajo el agua unas formas blancas que se aproximan desde la profundidad. Mira la cuerda que ha dejado junto al palo, se agarra al timón y se asoma para verlas mejor: tres rostros de mujer bajo el agua pálidos y fantasmales le miran con los ojos muy abiertos, mientras abren la boca como para decirle algo.


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