Ulises abre los ojos y tarda un momento en comprender que se halla atado al mástil y lo que sucede su alrededor: el fuerte oleaje hace tambalear la nave mientras escucha los gritos de la tripulación tratando de controlar el rumbo, la espuma blanca salta y vuela mojándolos a todos y el mar brama enfurecido chocando contra todas las cosas, mientras los extremos de los remos de madera de abeto sobresalen un momento para reiniciar de nuevo su movimiento con dificultad. Levanta la cabeza y ve en lo alto el sol del mediodía en un cielo azul y despejado, sin apenas viento. Perimedes pasa a su lado y lo ve despierto, y enseguida empieza a desatarlo.
- ¿Qué te dijeron las sirenas?
- No lo sé, no pude escuchar nada, se habían ahogado...
Recuerda la extraña noche anterior y se levanta deprisa. Da rápidas instrucciones a sus hombres, que celebran con un grito al verlo de nuevo entre ellos. Se acerca al piloto para ordenarle que se ciña al peñón de estribor, y que evite a toda costa el remolino a babor que los hundiría inevitablemente en el fondo del mar. Se arma y llega corriendo a la proa, pero la confusión es tal que apenas puede distinguir nada. El mar empuja y hace saltar en el aire la embarcación, y las olas barren por encima de cubierta todo lo que encuentran; el aire se llena de millones de gotas formando una gran nube, y en medio de la confusión escucha golpes y gritos de terror al acercarse al final del estrecho. Circe le dijo que tendrían que morir 6 hombres para poder pasar, y cuando salen finalmente del paso cruzando un arco iris, revisa la tripulación: le faltan exactamente esos 6. Mientras se alejan con una brisa favorable, se va a la popa y los ve destrozados contra las rocas, con miembros flotando en el mar ensangrentado. ¿Por qué exactamente 6? Y entonces empieza a comprender lo que de alguna manera ya sospechaba: todo tiene la precisión de una trampa bien urdida.
- ¿Qué te dijeron las sirenas?
- No lo sé, no pude escuchar nada, se habían ahogado...
Recuerda la extraña noche anterior y se levanta deprisa. Da rápidas instrucciones a sus hombres, que celebran con un grito al verlo de nuevo entre ellos. Se acerca al piloto para ordenarle que se ciña al peñón de estribor, y que evite a toda costa el remolino a babor que los hundiría inevitablemente en el fondo del mar. Se arma y llega corriendo a la proa, pero la confusión es tal que apenas puede distinguir nada. El mar empuja y hace saltar en el aire la embarcación, y las olas barren por encima de cubierta todo lo que encuentran; el aire se llena de millones de gotas formando una gran nube, y en medio de la confusión escucha golpes y gritos de terror al acercarse al final del estrecho. Circe le dijo que tendrían que morir 6 hombres para poder pasar, y cuando salen finalmente del paso cruzando un arco iris, revisa la tripulación: le faltan exactamente esos 6. Mientras se alejan con una brisa favorable, se va a la popa y los ve destrozados contra las rocas, con miembros flotando en el mar ensangrentado. ¿Por qué exactamente 6? Y entonces empieza a comprender lo que de alguna manera ya sospechaba: todo tiene la precisión de una trampa bien urdida.
Bien urdida...
ResponderEliminarEs genial !
Saludos