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domingo, 3 de mayo de 2015

Hamlet en Inglaterra. Acto V: Will se marcha a Londres.

Will iba completamente distraído mientras anochecía sobre el caballo, que iba paso a paso muy despacio. Éste se paró finalmente y giró el cuello para mirar a Will: el animal no se sentía bien dirigido. Will le dio unas palmadas en el cuello para tranquilizarlo y le hizo gesto de seguir. El caballo continuó de nuevo a paso lento, y Will en sus pensamientos. A falta de no más de una milla para llegar a Stratford, el caballo sintió algo que lo hizo agitarse y que transmitió a Will, quien se dio cuenta y miró alrededor para ver de qué se podría tratar. A lo lejos en dirección a Stratford venía un grupo al galope con antorchas. Will se hizo a un lado para dejarlos pasar, y mientras lo hacían uno de los jinetes miró a Will y lo reconoció. Alertó al grupo, que se detuvo, y se lo quedaron mirando mientras el otro les decía:

- ¡Es uno de ellos! ¡El hijo mayor de los Shakespeare!

Will espoleó al animal y salió disparado al galope en dirección al bosque que conocía tan bien, y después de un rato le perdieron la pista.

Una vez estuvo seguro se fue entonces a un rincón en donde dejó al caballo refugiado y atado a un árbol. El caballo dio un resoplido y golpeó con el casco de una pata delantera el suelo. Will le dio una manzana que llevaba encima y luego le acarició el lomo.

- Tranquilo. Aquí estarás bien, no tardaré.

Cruzó el bosque a pie y fue a parar a un llano, al final del cual estaba la granja del tío Charles. Esperó un rato sentado en el borde del bosque fijándose en el camino que daba a la casa, quería estar seguro de que al cruzar no fuese visto. Finalmente fue y llegó a la casa, le dio la vuelta y golpeó el vidrio de la puerta de la cocina un par de veces. Entonces asomó el rostro de una mujer:

- ¿Will?

Will asintió y señaló con el dedo que quería entrar.

- Mi querido Will, qué alegría verte otra vez. No sabíamos nada de ti.

- Ésa era la idea, señora Lovejoy. Corred las cortinas y cerrad las puertas. Dónde anda vuestro marido.

- En su gabinete. Tiene un nuevo libro.

- Dejadme que le sorprenda.

- ¿Te quedarás a cenar?

- Por supuesto.

Will se fue hacia el estudio del tío Charles mirando las cosas de aquella casa que conocía tan bien. Todo estaba igual que siempre, como un reflejo de aquel hombre que parecía haber nacido con esa misma edad que tenía y su eterno aspecto de profesor. En realidad no era su tío, llamarlo así era una manera de resumir esos sentimientos y otros más. Por su parte Charles Lovejoy sabía que Will tenía un talento fuera de lo común. No le sorprendió que dejase sus estudios superiores porque era demasiado distinto y no podía seguir el camino de todo el mundo, y adivinaba que por dentro de aquel joven reinaba una gran confusión en la que se arremolinaba el mundo entero y las mismas estrellas del cielo.

La puerta estaba abierta. Will carraspeó para llamar la atención y golpeó con los nudillos.

- ¿De qué libro se trata?

- ¡Will! Pasa, antes estaba pensando en ti. Fíjate en estas crónicas. Ven y siéntate, échales un vistazo.

Le dejó la silla y Will comenzó a hojear el libro.

El tío Charles se quedó a un lado mirando con satisfacción a su alumno que por un momento se quedó absorto entre toda aquella información.

- Las cosas se están complicando en Stratford. ¿Dónde has estado?

- Por ahí. Vine a decirle a Anne que me iré a Londres. Había oído hablar de la primera edición de las crónicas de Holinshed. ¿De dónde lo habéis sacado?

- Es la segunda edición, nueva. Me ha costado una fortuna, mi librero de Londres me la consiguió.

De pronto oyeron caballos y ruido afuera, y entonces golpearon la puerta con fuerza. Charles agarró del brazo a Will y lo llevó a un escondrijo en la buhardilla del segundo piso. Bajó y le dijo a su mujer que fuese a la cocina a preparar la cena, y con un gesto le hizo entender que se calmase. Y entonces respiró hondo y se fue a abrir la puerta.

Un grupito siniestro con antorchas lo miró unos segundos antes de que el jefe de todos ellos empezara a interrogarlo.

- ¿Estáis solo?

- Con mi esposa, vamos a cenar.

- ¿No habéis visto a nadie por aquí?

- No. Llevamos toda la tarde solos. ¿A quién buscáis?

El jefe miró desconfiado al profesor, lo apartó y entraron en la casa para asegurarse. Registraron el primer piso, luego el segundo y finalmente volvieron a la entrada.

- Escuchadme bien, Lovejoy. En Inglaterra no hay lugar para traidores, ni para quienes los ayuden. Aprended a elegir a vuestros amigos. Ha habido quejas en la escuela y os han mencionado. Quedáis advertido. Vámonos.

Los vio partir hacia Stratford y cerró la puerta. Su esposa lo miró asustada y él negó con la cabeza. Subió y volvió con Will a su estudio.

- Tienes que aplazar la visita a Anne, supongo que irán por ahí en cualquier momento, esta noche, quizás mañana, no sé. ¿Destruiste toda tu documentación como te dije?

- No.

- ¿Por qué?

- No he querido quemar los registros del bautismo de mis hijos. Respecto del juicio sobre mi padre simplemente no he podido acceder a él.

- Está bien. Vete a Londres con la carta que te daré, yo hablaré con Anne y tus padres, y les diré que viniste a verlos. Will, nunca en mi vida he visto tantas cosas en el aire y alguien lo tendrá que contar. Se tarda más en cruzar Londres que la misma Inglaterra, eso te dará idea de lo grande que es. Aprende a mirar y fíjate en todo, sé tú mismo y trabaja día y noche. Mi librero de Chelsea te será de ayuda y te presentará a gente. ¿Te quedarás a dormir?

- No quiero dejar a mi caballo mucho más rato solo. Cenaré con vos y vuestra esposa, y luego me iré.





Fin de Hamlet en Inglaterra

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