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viernes, 26 de abril de 2019

“Le temps de cerises”: un recuerdo de Jean Baptiste Clément con música de Antoine Renard.

La letra de la canción la escribió Jean Baptiste Clément en 1866, y la música la pondría después Antoine Renard en 1868. Es una canción única, con su bonita y dulce melodía, las palabras que evocan un idílico tiempo de las cerezas, y lo más importante, el recuerdo de una muchacha llamada Louise que guardó Clément en el corazón.

Después de la rendición y captura de Napoleón III en la guerra franco-prusiana, los constantes reveses en el campo de batalla del ejército francés que continuaría la guerra sin él, y el extenuante asedio que sometieron los prusianos a la ciudad de París, un autoproclamado Gobierno de Defensa Nacional francés decidió capitular finalmente en Versalles en enero de 1871, bajo las condiciones del canciller Bismarck en lo que sería el nacimiento del nuevo imperio alemán. Pero París no había caído, y tampoco aceptó el armisticio firmado por el Gobierno de Versalles. Siguieron entonces los acontecimientos que dieron lugar en marzo a la insurrección de la Guardia Nacional parisina en la colina de Montmartre, y la instauración de la Comuna. Mientras los prusianos seguían sitiando la ciudad, con la hostilidad añadida ahora del ejército del gobierno de Versalles, el nuevo gobierno popular de la ciudad comenzó a promulgar leyes inspiradas por ideales más justos y democráticos. El propio Clément participó activamente en la política de la Comuna.

Los últimos días de la Comuna fueron dramáticos. Los versalleses consiguieron entrar el 21 de mayo por una de las puertas de París, y así empezaría la llamada semana sangrienta en una batalla que se iba a librar por las calles de la ciudad con una ferocidad brutal. Un par de días después, percibiendo la derrota, los más extremistas comenzaron a fusilar rehenes como represalia de los prisioneros de la Comuna fusilados en Versalles; y entonces a quemar palacios y lo que consideraban símbolos de la injusticia contra la que se habían rebelado, y que todo parecía presagiar que estaba a punto de volver. París ardía entre las llamas de los insurgentes, los cañonazos de las tropas regulares, y los tiroteos en cada esquina.

El domingo 28 de mayo, Clément participaba en los últimos combates, defendiendo la última barricada de la resistencia parisina en la calle de Fontaine-au-Roi. Fue allí, en pleno tiroteo y bajo los cañonazos del ejército de Versalles, que conoció a Louise. Lo cuenta el propio Clément:

“Entre las 11 y las 12 del mediodía, vimos venir a nosotros una muchacha de veinte o veintidós años que llevaba una canasta en la mano. Le preguntamos que de dónde había salido y qué quería hacer, y por qué se exponía de esa manera. Nos contestó, de manera muy sencilla, que era asistente médica y que la barricada de la calle Saint-Maur había caído; había venido para ver si necesitábamos sus servicios. Un viejo de la insurrección del 48, que no sobrevivió a la del 71, la asió por el cuello y le dio un beso. Era en verdad de una abnegación admirable.

A pesar de nuestra negativa a que se quedara con nosotros, ella insistió y no quiso dejarnos. Luego, cinco minutos más tarde, nos resultó útil. Dos de nuestros camaradas caían por el impacto, uno de un balazo en el hombro y el otro en el medio de la frente. Y así hasta perder la cuenta de las bajas. Cuando nos decidimos por retirarnos, si es que todavía nos daba tiempo, tuvimos que suplicar a la valiente muchacha que se diese por vencida y que se alejara de aquel lugar. Sólo supimos que se llamaba Louise y que era una obrera“.

La activista Louise Michel, que sobrevivió a la batalla, y que no era la Louise de nuestra canción, escribió en su crónica de aquellos días: “Instantes después, una terrible explosión despidió con la metralla todo lo que quedaba en la barricada, y moría en aquel tremendo bombardeo, que pudimos escuchar desde el campo Satory (cerca de Versalles) aquellos que habíamos caído prisioneros. A la asistente médica de la última barricada en su hora final, J. B. Clément le dedicó mucho tiempo después la canción de las cerezas. Nadie la volvió a ver.”

El 29 de mayo capitulaba la última resistencia de la Comuna: no había durado ni una primavera.

Las ejecuciones de miles de personas relacionadas de alguna manera con la Comuna se convirtieron en una matanza indiscriminada de una crueldad desproporcionada, completada por deportaciones y penas a trabajos forzados para los que lograron zafar de los pelotones de fusilamiento. Clément consiguió escapar de la masacre con un pasaporte falso hacia Bélgica, y luego se fue a Londres.

Volvió a Francia clandestinamente en 1875. Cinco años después decretaban la amnistía de los insurgentes de la Comuna, y entonces se fue a París. En una selección de canciones que publicó en 1885, dedicó “Le temps de cerises” a Louise.

En 1891 realizaba sus labores sindicales dedicándose al mismo tiempo a sus canciones en Charleville, cerca de la frontera con Bélgica. En el primero de mayo se producen unos altercados que terminan con las fuerzas del orden disparando y matando a varios manifestantes. Es arrestado y enviado a la prisión de Nancy por 2 años: los tribunales finalmente le reducen la pena a 2 meses. Un día, el director de la prisión lo llama a su oficina:

- Clément, un industrial de Nancy, que siente por su persona una gran simpatía, quisiera charlar un rato con usted. Le pido que no lo rechace. Para poder hablar con total libertad, les ofrezco mi jardín.

Sorprendido, Clément acepta la reunión. Entra en el jardín del director de la prisión y se entrevista con el personaje, Charles Keller, un ingeniero con ideas revolucionarias convertido en mecenas, también aficionado a las canciones populares, y que también había vivido los días de la semana sangrienta de 1871 defendiendo la Comuna. Keller le expresa la estima que siente por él y se ofrece a hacerle llegar tabaco, la comida que le apeteciese, cualquier cosa que pudiese desear o le resultara realmente útil mientras estuviese en la cárcel.

La conversación se vio entonces interrumpida cuando una ventana del apartamento del director de la prisión que daba al jardín se abrió de pronto. Y lo que pudo escuchar desde aquella ventana, cantada por la voz celestial de la hija del director, fue “Le temps de cerises”.

Clément escuchó la canción hasta el final. Y entonces se echó a llorar.

Jean Baptiste Clément le dedicó a Louise en 1885 una canción escrita en 1866, unos cuantos años antes que la conociese fugazmente durante los acontecimientos de 1871, y en unas circunstancias en las que no podía imaginarse todavía todo lo que iba a suceder después. Las palabras expresaban la nostalgia de un tiempo primaveral en el que los cerezos llenos de fruta harían de decorado para una historia de amor: desde luego, la comparación de las cerezas rojas caídas en el suelo como gotas de sangre, suenan a una premonición; lo sucedido en la primavera del 71 invitaba también a pensar en un paraíso perdido; y a final de mayo es cuando llega el tiempo de las cerezas. La corriente de simpatía y afecto que sintió por Louise al verla cruzar el campo de batalla con su cesta para atender tozuda e inútilmente a los heridos en medio del desastre que les rodeaba, en el esplendor de su vida y su juventud, le debió acompañar desde entonces y tuvo que pensar en ello a menudo: tiene algo de amor imposible, y confirma la idea que expresa la canción de que, a pesar de todo, merece la pena un mal de amor.

Jean Lumière la grabó en 1947: 45 años después de que muriera Clément, y unos 75 después desde que éste viese a Louise por última vez.



Quand nous chanterons le temps des cerises (Cuando cantemos en el tiempo de las cerezas)
Et gai rossignol et merle moqueur (El alegre ruiseñor y el mirlo burlón)
Seront tous en fête (Estarán todos de fiesta)
Les belles auront la folie en tête (Las muchachas hermosas tendrán su momento de locura)
Et les amoureux du soleil au cœur (Y los enamorados, el sol en el corazón)
Quand nous chanterons le temps des cerises (Cuando cantemos en el tiempo de las cerezas)
Sifflera bien mieux le merle moqueur (Silbará mejor el mirlo burlón.)

Mais il est bien court le temps des cerises (Pero es efímero el tiempo de las cerezas)
Où l'on s'en va deux cueillir en rêvant (Donde se van dos a recogerlas soñando)
Des pendants d'oreilles (Colgándolas como pendientes de las orejas)
Cerises d'amour aux robes pareilles (Cerezas de amor con vestidos a juego)
Tombant sous la feuille en gouttes de sang (Cayendo bajo las hojas como gotas de sangre)
Mais il est bien court le temps des cerises (Pero es efímero el tiempo de las cerezas)
Pendants de corail qu'on cueille en rêvant (Colgantes de coral que recogeremos en sueños.)

Quand vous en serez au temps des cerises (Cuando estéis en el tiempo de las cerezas)
Si vous avez peur des chagrins d'amour (Si teméis las penas del amor)
Évitez les belles (Evitad las muchachas hermosas)
Moi qui ne crains pas les peines cruelles (Yo que no temo las penas crueles)
Je ne vivrai pas sans souffrir un jour (No viviré sin sufrir un día)
Quand vous en serez au temps des cerises (Cuando estéis en el tiempo de las cerezas)
Vous aurez aussi des peines d'amour (Tendréis también penas de amor.)

J'aimerai toujours le temps des cerises (Siempre amaré el tiempo de las cerezas)
C'est de ce temps-là que je garde au cœur (De ese tiempo que guardo en el corazón)
Une plaie ouverte (Una herida abierta)
Et Dame Fortune en m'étant offerte (Y las ofertas de la dama Fortuna)
Ne pourra jamais calmer ma douleur (No podrán nunca calmar mi dolor)
J'aimerai toujours le temps des cerises (Siempre amaré el tiempo de las cerezas)
Et le souvenir que je garde au cœur (Y el recuerdo que guardo en el corazón.)

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