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martes, 25 de agosto de 2015

Will vuelve a Stratford. Acto 2: Una noche en la posada.

A medio camino de Stratford le pidió al cochero que se detuviese para pasar lo que quedaba de la tarde y noche en aquella misma posada cerca de Oxford en donde durmió la noche anterior de su llegada a Londres. No se encontraba muy bien últimamente, y la juerga con Sir John, Ben Jonson y todos los amigotes del Globe y su círculo como fiesta de despedida le había dejado también para todo el día cansado, con resaca y sueño. Además quería llegar por la mañana a Stratford y empezar allí el día. De manera que después de pasear un rato por los alrededores a solas cenó un poco, y se fue a la habitación en donde se sentó en una silla, encendió su pipa y se acompañó de vino mirando por la ventana.

La noche de la despedida la taberna estaba llena de humo y de ruido, de conversaciones y risas, de música y de bailes y se terminó al amanecer. En medio del follón Sir John se sentó junto a Will y le preguntó:

- Y bien, Will, qué os dijo el rey.

- Me preguntó por vos, sabe que estáis en Londres. Le aseguré que os iréis por la mañana y no dijo nada más.

- En fin, en este mundo de apariencias todos representamos algún papel: él de rey, yo de viejo desterrado… Y vos, Will, ¿qué papel representáis?

Will miró a Sir John, le sonrió, y contestó:

- Estáis muy filosófico. Supongo que perdí mi papel en algún momento, y me he pasado la vida buscando las palabras.

Ben Jonson se les acercó con su jarra riéndose y se unió a la conversación.

- Sería incapaz de escribir para ese tipo una historia de fantasmas y brujas. Por qué le gustarán tanto...  ¿Será católico? Podríamos escribir un musical que se titulara “El rey fantasma”. Un reino se ha quedado vacío, el rey se pasea por los pasillos y las salas del palacio, todo vacío, y sale a un balcón también vacío, y mira el cielo de noche y las estrellas que titilan. Y entonces se da cuenta de que es un fantasma y se pone a cantar. Will, escribidme la letra, vos tenéis experiencia con los fantasmas.

Sir John:

- Esta obra la tendríais que representar en un teatro vacío. No creo que Will quiera participar sin una bolsa de chelines a cambio.

Will:

- En este mundo el dinero lo es todo.

Drayton se acercó al grupito de la mano de una muchacha, y se subió torpemente a la mesa para levantar teatralmente la copa:

- Se nos va el pueblerino de Will, de manera tan inoportuna como cuando llegó. Qué importa lo que pase en este mundo si luego no lo cuenta nadie: Londres se ha mirado a sí misma como en un espejo en cada una de sus piezas, y así la vida deforme y absurda de esta gran ciudad cobraba sentido al menos durante el breve intervalo que duraba cada representación en el El Globe. Sus personajes imaginarios nos parecen más reales y llenos de vida que cualquiera de los que estamos aquí: he ahí un motivo para meditar... Quizás no fuese más que una ilusión, pero qué aterrador me parece un mundo vacío de imaginación ¡Ah, el vacío! El que queda cuando baja la marea de la vida, el que sigue a los que se van para no volver, el de una mujer cuando se desvanece el encantamiento del amor y el de un mundo sin palabras… Y el de mi desconsolada copa en este momento, es el que más me preocupa ahora mismo.

Improvisaron una pieza breve en la que cada cual hacía del otro, y Sir John de rey salomónico que con una cacerola como corona dirimía acerca de los problemas que cada cual se inventaba y exponía en su presencia sentado en su trono, hasta llegar al desmadre y el más puro absurdo. Will se puso una sábana sobre sí e hizo de fantasma de la bisabuela del rey que le regañaba desde el más allá.

Will mira ahora por la ventana abierta de su habitación sorbiendo de su copa de vino y fumando su pipa. El aire fresco que le llega de afuera le resulta agradable. Todas aquellas palabras que había escrito morían en cada representación, y todo aquel mundo de imaginación tan lleno de detalles se desvanecía a su vez con las palabras, que nunca fueron más que eso, palabras. De pronto fue perdiendo la alegría de escribir, y un día en que no le venía a la mente la palabra que andaba buscando, cosa que le sucedía con frecuencia últimamente, de pronto la pluma saltó de su mano: parecía un presagio, y se preguntó si su tiempo no habría pasado ya. Quizás su teatro estaba llegando a su fin, y se dio cuenta de que incluso le daba un poco lo mismo lo que fuese de sus obras una vez dejara de escribir. Había llegado a la cima y era desde luego el mejor momento. Siempre había tenido presente que algún día iba a tener que retirarse a Stratford, lo había ido preparando y por fin había llegado el día.

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