Will se distrae mirando las cosas que hacía tiempo que no veía por el sendero que le lleva a su casa de New Place. Avisó en su momento a Anne desde Londres de que llegaría ese día por la tarde a una cierta hora. Sabe que todavía es pronto, así que se toma su tiempo para no llegar antes de lo previsto.
Anne se había pasado el día arreglando la casa. Tenía la manía por la limpieza y el orden, y mientras estaba en ello se acordó de cuando Will la observaba al principio en esas tareas de la casa, o cuando se apartaba a veces sin decir nada al verla venir para que no le alcanzara también a él su limpieza. Me hacía reír, recuerda ella. Discutió con Judith, que andaba últimamente malhumorada desde que supo de la vuelta de su padre, y la mandó hacer unos recados para cuando él llegara por la tarde. Despidió a los criados lo que quedaba del día, e hizo avisar a Susanna para que los visitara al día siguiente. Anne estaba sola en la casa y se toca la alianza en su anular, y empieza a sentir el nerviosismo. Desde que pasara todo lo que pasó y la consecuente marcha de Will, había convertido su hogar en el centro de gravedad de su vida. Se sorprendió cuando Will le escribió para decir que venía a quedarse una temporada larga, pero sin mencionar las razones. Y mientras mira por la ventana con tantos sentimientos encontrados susurra para sí misma: sí.
Anne no había visto ninguna representación de las obras de Will y no sabía leer. Para ella fue siempre aquel muchacho de Stratford que miraba las cosas de otra manera, y que se enamoró de ella a los 18 años. El profesor Lovejoy quiso leerle algunos sonetos en sus visitas, pero a ella le faltaba paciencia para escucharlos. Lovejoy la veía cada vez más hermosa y reservada, apenas aparecía por el pueblo y daba la sensación de que mantenía respecto del mundo una distancia insalvable. Una sensación semejante le causó el mismo Will muchas veces antes de partir al galope hacia Londres aquella noche para salvar su vida.
Tampoco Judith tuvo nunca la menor idea del trabajo de su padre. Supo que escribía y que había adquirido fama en Londres según le habían contado, pero por ejemplo no sabía quién era Viola en la historia de Noche de Reyes, o Hamlet en su propia tragedia. Nunca demostró interés por sus obras. Will se había convertido en un desconocido en su propia casa. Y de pronto aparecía como procedente de otro mundo para quedarse.
Will avista la casa y distingue a Anne en la ventana, y entonces las miradas coinciden. Sigue hasta llegar y la puerta se le abre antes de que pueda llamar. Entra, se quita el sombrero, hace un saludo con la cabeza mientras le sonríe, y sin mediar palabra ella le lleva a la cocina, en dónde él siempre se sentaba para escribir sus cosas durante sus últimas visitas. Se sientan con la mesa en el medio y se miran sin cruzar palabra. Will desvía entonces la mirada y echa un vistazo a las cosas alrededor. Vuelve a mirarla y le dice:
- Dormiré en la segunda cama.
- Como quieras. Tienes la habitación preparada con todas tus cosas que trajeron esta mañana.
- Tienes buen aspecto, Anne.
A Anne siempre le gustaron las palabras de Will.
- Tú también, Will.
- Ha pasado mucho tiempo.
- Sí.
Anne se había pasado el día arreglando la casa. Tenía la manía por la limpieza y el orden, y mientras estaba en ello se acordó de cuando Will la observaba al principio en esas tareas de la casa, o cuando se apartaba a veces sin decir nada al verla venir para que no le alcanzara también a él su limpieza. Me hacía reír, recuerda ella. Discutió con Judith, que andaba últimamente malhumorada desde que supo de la vuelta de su padre, y la mandó hacer unos recados para cuando él llegara por la tarde. Despidió a los criados lo que quedaba del día, e hizo avisar a Susanna para que los visitara al día siguiente. Anne estaba sola en la casa y se toca la alianza en su anular, y empieza a sentir el nerviosismo. Desde que pasara todo lo que pasó y la consecuente marcha de Will, había convertido su hogar en el centro de gravedad de su vida. Se sorprendió cuando Will le escribió para decir que venía a quedarse una temporada larga, pero sin mencionar las razones. Y mientras mira por la ventana con tantos sentimientos encontrados susurra para sí misma: sí.
Anne no había visto ninguna representación de las obras de Will y no sabía leer. Para ella fue siempre aquel muchacho de Stratford que miraba las cosas de otra manera, y que se enamoró de ella a los 18 años. El profesor Lovejoy quiso leerle algunos sonetos en sus visitas, pero a ella le faltaba paciencia para escucharlos. Lovejoy la veía cada vez más hermosa y reservada, apenas aparecía por el pueblo y daba la sensación de que mantenía respecto del mundo una distancia insalvable. Una sensación semejante le causó el mismo Will muchas veces antes de partir al galope hacia Londres aquella noche para salvar su vida.
Tampoco Judith tuvo nunca la menor idea del trabajo de su padre. Supo que escribía y que había adquirido fama en Londres según le habían contado, pero por ejemplo no sabía quién era Viola en la historia de Noche de Reyes, o Hamlet en su propia tragedia. Nunca demostró interés por sus obras. Will se había convertido en un desconocido en su propia casa. Y de pronto aparecía como procedente de otro mundo para quedarse.
Will avista la casa y distingue a Anne en la ventana, y entonces las miradas coinciden. Sigue hasta llegar y la puerta se le abre antes de que pueda llamar. Entra, se quita el sombrero, hace un saludo con la cabeza mientras le sonríe, y sin mediar palabra ella le lleva a la cocina, en dónde él siempre se sentaba para escribir sus cosas durante sus últimas visitas. Se sientan con la mesa en el medio y se miran sin cruzar palabra. Will desvía entonces la mirada y echa un vistazo a las cosas alrededor. Vuelve a mirarla y le dice:
- Dormiré en la segunda cama.
- Como quieras. Tienes la habitación preparada con todas tus cosas que trajeron esta mañana.
- Tienes buen aspecto, Anne.
A Anne siempre le gustaron las palabras de Will.
- Tú también, Will.
- Ha pasado mucho tiempo.
- Sí.
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