Will mira distraídamente por la ventanilla del carruaje de vuelta a Stratford, y mecido por el vaivén y el movimiento del carromato empieza a notar diversas sensaciones demasiado desordenadas como para encontrar las palabras justas todavía, así que enciende su pipa y se deja llevar mirando sin más el paisaje que se sucede afuera como si fuese la propia vida. Se fija en un joven que a caballo se dirige en dirección contraria hacia Londres, y que le saluda cortésmente al cruzarse. Will le devuelve el saludo: hace veintitantos años también él se dirigió a la gran ciudad sin tener ni idea de lo que sería de su vida, y ahora se encuentra en el mismo camino pero de vuelta. Empieza a lloviznar y se recuesta en su asiento, recordando su último entrevista con el rey.
El rey James lo mandó llamar en cuanto se enteró de la noticia, e interrumpió su reunión con una embajada española que estaba de visita:
- Me tendréis que perdonar un momento, embajador, ha surgido un asunto urgente que me tomará unos minutos.
Llevaron a Will a una sala aparte y enseguida apareció el rey, que entró y cerró la puerta.
- Me he tenido que enterar por los criados de la juerga que os corristeis anoche con esa panda de borrachos de la que os rodeáis. Qué es eso de que os vais de Londres.
- Lo siento majestad, parto mañana.
- Cuándo volveréis.
- No lo sé.
El rey miró a Will y se dio cuenta de una determinación que iba a tener que respetar. Perdió la mirada en el vacío un instante para volver a fijarse en aquel tipo de mirada inteligente que siempre parecía ocultar su pensamiento. Se sentó como para acomodarse en su resignación, y entonces le preguntó:
- Por qué. Si tenéis algún problema decídmelo.
- Majestad, no hay ningún secreto. He terminado aquí y me vuelvo a Stratford.
- Comprendo. Quedaos al menos a comer conmigo, y de paso me ayudáis con esa embajada.
- Sí, majestad.
El rey se quedó absorto un momento y le dijo para finalizar:
- Supongo que todos tendremos que volver algún día a alguna parte, y dejar todo lo que tenemos…No sé. Acompañadme con esa gente, os lo ruego.
El rey James lo mandó llamar en cuanto se enteró de la noticia, e interrumpió su reunión con una embajada española que estaba de visita:
- Me tendréis que perdonar un momento, embajador, ha surgido un asunto urgente que me tomará unos minutos.
Llevaron a Will a una sala aparte y enseguida apareció el rey, que entró y cerró la puerta.
- Me he tenido que enterar por los criados de la juerga que os corristeis anoche con esa panda de borrachos de la que os rodeáis. Qué es eso de que os vais de Londres.
- Lo siento majestad, parto mañana.
- Cuándo volveréis.
- No lo sé.
El rey miró a Will y se dio cuenta de una determinación que iba a tener que respetar. Perdió la mirada en el vacío un instante para volver a fijarse en aquel tipo de mirada inteligente que siempre parecía ocultar su pensamiento. Se sentó como para acomodarse en su resignación, y entonces le preguntó:
- Por qué. Si tenéis algún problema decídmelo.
- Majestad, no hay ningún secreto. He terminado aquí y me vuelvo a Stratford.
- Comprendo. Quedaos al menos a comer conmigo, y de paso me ayudáis con esa embajada.
- Sí, majestad.
El rey se quedó absorto un momento y le dijo para finalizar:
- Supongo que todos tendremos que volver algún día a alguna parte, y dejar todo lo que tenemos…No sé. Acompañadme con esa gente, os lo ruego.
Gran relato en ciernes....
ResponderEliminarSaludos