El carruaje ha dejado a Will en el cementerio de Stratford a media mañana. Le ha dado instrucciones al cochero para que deje sus cosas en la casa, lo ve partir y entonces se dirige al campo santo, directamente hacia la tumba de su hijo Hamnet. Se queda mirando su lápida un buen rato.
“Si pierdes a un padre o una esposa eres un huérfano o un viudo. Pero no hay una palabra para designar al padre o la madre que pierden un hijo: es como si la misma vida prohibiese así poder hablar de ello. 11 años no son muchos, pero no hace falta cumplir más para saber lo que es la vida... Los sueños del hombre son ingenuos, lo mismo que sus remordimientos, y aunque no nos demos cuenta vivimos en una perpetua inocencia... Espero que estés bien, y que sigas disfrutando viendo crecer la hierba sobre tu tumba, de la compañía que da el sonido de la lluvia cuando cae, que te refresque la niebla de la mañana y disfrutes del sol de mediodía, y unas palabras de vez en cuando. Tienes la tumba arreglada y las flores están todavía frescas, supongo que ha sido tu madre. Volveré pronto”
Mientras se dirige hacia la lápida de su padre se va fijando en los nombres y fechas que le van saliendo a su paso. Se queda mirando desde la distancia a unos que trabajan vaciando una tumba al otro lado. Will se dio cuenta de que había visto esa misma escena varias veces: distintas personas que a lo largo de los años mantienen las mismas conversaciones, pensó. Los actores cambian y hacen sonar de manera distinta los mismos diálogos: todo tan distinto y sin embargo tan parecido.
“Si pierdes a un padre o una esposa eres un huérfano o un viudo. Pero no hay una palabra para designar al padre o la madre que pierden un hijo: es como si la misma vida prohibiese así poder hablar de ello. 11 años no son muchos, pero no hace falta cumplir más para saber lo que es la vida... Los sueños del hombre son ingenuos, lo mismo que sus remordimientos, y aunque no nos demos cuenta vivimos en una perpetua inocencia... Espero que estés bien, y que sigas disfrutando viendo crecer la hierba sobre tu tumba, de la compañía que da el sonido de la lluvia cuando cae, que te refresque la niebla de la mañana y disfrutes del sol de mediodía, y unas palabras de vez en cuando. Tienes la tumba arreglada y las flores están todavía frescas, supongo que ha sido tu madre. Volveré pronto”
Mientras se dirige hacia la lápida de su padre se va fijando en los nombres y fechas que le van saliendo a su paso. Se queda mirando desde la distancia a unos que trabajan vaciando una tumba al otro lado. Will se dio cuenta de que había visto esa misma escena varias veces: distintas personas que a lo largo de los años mantienen las mismas conversaciones, pensó. Los actores cambian y hacen sonar de manera distinta los mismos diálogos: todo tan distinto y sin embargo tan parecido.
La halla junto a la de su madre igual de bien cuidadas que la de Hamnet, y mientras la mira silencioso se dirige unas palabras hacia sí mismo en lugar de hacia su padre:
"Somos la continuación de toda una larga serie de acciones de gentes que nos precedieron. Y los que nos sucedan tomarán el relevo y continuarán con sus propias acciones esa trama más amplia y general en la que participamos todos. Todas esas vidas de antes y de después, son en cierto sentido otras vidas nuestras pasadas y futuras. En lo que a mí respecta, parece que he sobrevivido a mi hijo y a mi padre, quedándome una vez más al margen de las cosas en esta vida… Lo primero que deja un padre a sus hijos como herencia principal es su nombre junto a sus propios pecados. Luego cargamos con ese legado como si de alguna manera fuésemos una extensión de ellos mismos y parte de sus esperanzas. Qué injusto e hipócrita puede ser el reproche de un padre hacia su hijo, mejor haría en mirarse al espejo para buscar responsabilidades… Si algo determinó su vida fueron desde luego las deudas, del tipo que fuesen: pues la deuda es la esencia de la sociedad, y lo que la une y le confiere el orden de una gran cadena."
De camino a casa se desvía para hacer una visita a su viejo profesor. Llega a su casa y se va directamente a la parte de atrás que da a la cocina, y mira por los vidrios de la puerta. La señora Lovejoy está preparando algo en el horno. Golpea con los nudillos.
- ¿Will?
Will le sonríe y le hace entender con gestos que desea entrar por la cocina.
- Qué alegría, Will, entra. Ayer precisamente estuvimos hablando de ti. Charles está en su estudio, tiene otro nuevo libro y no sale de allí hace días. Estoy preparando una tarta de ruibarbo, por favor sube a verlo y luego almorzaremos juntos. Se te ve estupendo, Will, tan elegante, tan bien vestido.
Will se sentía en presencia de aquella buena mujer todavía parte del muchacho que en el pasado visitaba la granja y el mundo de letras y sabiduría que guardaba aquel hogar.
- Subo a su estudio, señora Lovejoy, dejadme que le dé una sorpresa. Luego almorzaremos juntos.
Sube y se queda junto a la puerta abierta. Will carraspea para llamar la atención y golpea con los nudillos.
-¿De qué libro se trata?
Charles Lovejoy se gira y se queda mirando desde la silla sin decir nada, y entonces sonríe.
- Mi querido Will.
Almorzaron en la mesa de la cocina, como solían hacer tanto tiempo atrás. Will satisfizo la curiosidad de Lovejoy y su mujer, habló de su carrera, de Londres, del Globe, de su trato con la reina y luego el rey, y contó unas cuantas anécdotas.
Lovejoy le pregunta directamente:
- ¿Has visto ya a Anne?
- Ahora voy a casa.
La señora Lovejoy le dice que Anne los había estado visitado con frecuencia el último año, y que los había ayudado con el dinero que él hacía llegar desde Londres desde que Charles perdió el trabajo de profesor en la escuela:
- No lo sabía, no me ha escrito nunca. Quiero ir a casa ahora. He vuelto para quedarme. Os vendré a visitar, tengo algunas ideas que me gustaría desarrollar con vos.
Se levanta y se despide, y el matrimonio en la puerta de la cocina mira cómo se aleja por el bosque en dirección a su granja.
- Las cosas que hemos visto, ¿verdad Charles?
- Sí, Margareth. Las cosas que hemos visto.
"Somos la continuación de toda una larga serie de acciones de gentes que nos precedieron. Y los que nos sucedan tomarán el relevo y continuarán con sus propias acciones esa trama más amplia y general en la que participamos todos. Todas esas vidas de antes y de después, son en cierto sentido otras vidas nuestras pasadas y futuras. En lo que a mí respecta, parece que he sobrevivido a mi hijo y a mi padre, quedándome una vez más al margen de las cosas en esta vida… Lo primero que deja un padre a sus hijos como herencia principal es su nombre junto a sus propios pecados. Luego cargamos con ese legado como si de alguna manera fuésemos una extensión de ellos mismos y parte de sus esperanzas. Qué injusto e hipócrita puede ser el reproche de un padre hacia su hijo, mejor haría en mirarse al espejo para buscar responsabilidades… Si algo determinó su vida fueron desde luego las deudas, del tipo que fuesen: pues la deuda es la esencia de la sociedad, y lo que la une y le confiere el orden de una gran cadena."
De camino a casa se desvía para hacer una visita a su viejo profesor. Llega a su casa y se va directamente a la parte de atrás que da a la cocina, y mira por los vidrios de la puerta. La señora Lovejoy está preparando algo en el horno. Golpea con los nudillos.
- ¿Will?
Will le sonríe y le hace entender con gestos que desea entrar por la cocina.
- Qué alegría, Will, entra. Ayer precisamente estuvimos hablando de ti. Charles está en su estudio, tiene otro nuevo libro y no sale de allí hace días. Estoy preparando una tarta de ruibarbo, por favor sube a verlo y luego almorzaremos juntos. Se te ve estupendo, Will, tan elegante, tan bien vestido.
Will se sentía en presencia de aquella buena mujer todavía parte del muchacho que en el pasado visitaba la granja y el mundo de letras y sabiduría que guardaba aquel hogar.
- Subo a su estudio, señora Lovejoy, dejadme que le dé una sorpresa. Luego almorzaremos juntos.
Sube y se queda junto a la puerta abierta. Will carraspea para llamar la atención y golpea con los nudillos.
-¿De qué libro se trata?
Charles Lovejoy se gira y se queda mirando desde la silla sin decir nada, y entonces sonríe.
- Mi querido Will.
Almorzaron en la mesa de la cocina, como solían hacer tanto tiempo atrás. Will satisfizo la curiosidad de Lovejoy y su mujer, habló de su carrera, de Londres, del Globe, de su trato con la reina y luego el rey, y contó unas cuantas anécdotas.
Lovejoy le pregunta directamente:
- ¿Has visto ya a Anne?
- Ahora voy a casa.
La señora Lovejoy le dice que Anne los había estado visitado con frecuencia el último año, y que los había ayudado con el dinero que él hacía llegar desde Londres desde que Charles perdió el trabajo de profesor en la escuela:
- No lo sabía, no me ha escrito nunca. Quiero ir a casa ahora. He vuelto para quedarme. Os vendré a visitar, tengo algunas ideas que me gustaría desarrollar con vos.
Se levanta y se despide, y el matrimonio en la puerta de la cocina mira cómo se aleja por el bosque en dirección a su granja.
- Las cosas que hemos visto, ¿verdad Charles?
- Sí, Margareth. Las cosas que hemos visto.
Bien tratado....
ResponderEliminarSaludos