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domingo, 5 de abril de 2015

El Ulises de Germán: 12

Penélope mira por la ventana muy de mañana mientras Ulises sigue durmiendo en la cama que le estuvo esperando tantos años. Piensa en la matanza de la tarde anterior y en toda la sangre derramada. Después de anunciar a los pretendientes la prueba del arco que iba a decidir su futuro esposo, siguiendo las instrucciones de Telémaco se alejó de la casa para quitarse del medio. Pero temió de pronto por su hijo y volvió corriendo. Al llegar vio a los criados cerrando las pesadas puertas del palacio para atrancarlas desde fuera, y comenzó a escuchar los gritos que llegaban desde dentro: se estaba decidiendo la suerte de todos en una batalla de la que nada podía ver. Cuando por fin abrieron de nuevo las puertas y entró la luz vio el montón de cadáveres en el suelo, a Telémaco que espada en mano y cubierto de sangre salía a su encuentro bajando los escalones, y al fondo de la sala un hombre de espaldas mirando el fuego del hogar sosteniendo el arco de Ulises. Telémaco le dijo que el mendigo lo había tensado y atravesado los 12 aros con la primera flecha. Ella subió los escalones y se aproximó entre los muertos al extraño hasta situarse a poca distancia. Éste se giró y se miraron sin decir nada, y en un momento se reconocieron.

Se sorprendió el día que supo que la había pedido en matrimonio a su tío Tindáreo, mientras iban llegando los pretendientes de toda Grecia con sus presentes para casarse con Helena. Pero se dejó llevar por la curiosidad y le aceptó enseguida. Fue descubriendo con el tiempo a un tipo complicado que no se fiaba de nadie. Y sin embargo ella confiaba en él: había dado la vuelta al mundo para volver con su esposa y a su reino.

Se gira y lo contempla tendido en la cama. Sigue conservando un cuerpo fuerte, y entonces se fija en varias cicatrices que no tenía antes. Lo encuentra igual de práctico que siempre y con la misma habilidad para ocultar su pensamiento de los demás. Recuerda cuando él le dijo un día que las mujeres tienen una cara oculta que jamás ha visto hombre alguno, y también lo que ella le contestó: “Tendrás que viajar hasta el otro lado para poder ver esa cara”.

Ulises abre los ojos y ve a Penélope sentada en la cama mirándole. Todavía no ha salido el sol y está clareando. Él le da los buenos días y se queda pensando en silencio. Luego le dice:

- He matado a la mitad de la nobleza de Ítaca y en cuanto salga el sol vendrán sus familias a por nosotros. Luego vendrán de Duliquio, Zante y Same, la guerra es inevitable y vamos a tener que adelantarnos. Voy a ver a mi padre, tú vete mientras tanto con las sirvientas a lo alto de la casa, no des explicaciones y espera.

Se queda pensando y añade con resignación:

- Es mi casa, no tenía opción.

Ulises le toma la mano y gira la cabeza para ver el sudario que estaba tejiendo. Se levanta para verlo más de cerca y se fija en el dibujo: sale una ciudad amurallada que debe ser Troya, él con su nave y sus hombres y un mapa del Mar que va de Troya a las columnas de Hércules en Poniente, y de Libia a Italia, Cerdeña y Sicilia. Es como si todo lo que ha sucedido durante esos 20 años estuviese en el fondo de ese dibujo de su esposa.

- ¿Lo terminarás?

- Ya está.




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