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jueves, 30 de abril de 2015

Hamlet en Inglaterra. Acto II: Una extraña coincidencia.

Poco antes de la cena Harry el cojo le da la ropa y le muestra el que será su catre. Hamlet tantea con él una conversación, pero descubre que no dice gran cosa:

- No cojeas. Por qué te llaman cojo, Harry.

- Tampoco me llamo Harry. Que yo sepa casi todos los hombres de la tripulación utilizamos un alias y es mejor que así sea. No conviene saber demasiado de nadie. Deberíais buscaros uno.

- Qué te parece Hamnet.

Harry le mira un momento y lo ve allí de pie frente a él con su aspecto noble, se ríe y le dice que está bien, Hamnet, y continúa preparando las cosas. Una vez que todo está en orden se queda pensativo y añade enigmáticamente:

- Una vez cojeé, por eso me llaman cojo.

Harry se encargaba de lo que podríamos llamar la intendencia y el material en el barco. Cuando termina de ayudar a Hamlet se lo lleva al camarote del capitán y cena como estaba previsto con Sir John y Will.

Tres días, tal vez cuatro, y arribarían a los alrededores de Scarborough. Una vez allí se adentrarían en una bahía en donde anclarían y se quedarían de dos a tres semanas para pasar desapercibidos después de los últimos trabajos. La tripulación descansaría en tierra, algunos de ellos tenían familia por ahí; aprovecharían para aprovisionarse para la siguiente expedición y realizarían tareas de mantenimiento en la nave. Y mientras tanto Hamlet tendría tiempo para pensar en sus cosas.

Después de cenar con Sir John y Will sale un rato a cubierta para que le dé el aire. Viste ya con su nuevo atuendo y se queda contemplando el panorama y disfrutando de los sonidos del agua, el crujir de la madera y las voces alegres de la tripulación cenando. Hay algo así como el brillo de la novedad en todo lo que le está pasando que le agrada. El barco ha quedado anclado cerca de alguna costa en una tierra extraña, y se da cuenta de que empieza a sentirse lejos de Elsinor. Embebido en estos pensamientos no nota que Will se le ha acercado y finalmente quedado junto a él mirando en una misma dirección mientras se fuma una pipa de ésas de palo largo.

- ¿Te molesta que te acompañe un rato?

-  En absoluto.

- Ha sido un día largo. ¿Qué tal la cena, te gustó?

- Sí.

- Eres valiente, te has ganado la simpatía de la tripulación. De todos modos te pondrán a prueba en cualquier momento.

- Comprendo.

Will mira al cielo y de nuevo a la costa lejana.

- Todo este aire libre puede resultar demasiado puro para un pensamiento  excesivamente esclavo de las costumbres. El tiempo discurre de otra manera, ¿verdad? Una vez en Scarborough partiré a caballo hacia el sur. Posiblemente no nos volvamos a ver. El capitán cumplirá su palabra: dos hombres irán a Elsinor con tu mensaje y otros dos hacia Noruega para verse con Fortimbrás, mientras ofrecemos al rey de Inglaterra en otra carta un trato ventajoso.  Después te acercará hasta Dinamarca y entonces le deberás pagar, no antes. No querrás que se lo beba y luego no recuerde qué diablos tenía que hacer contigo.

Hamlet sonríe y se fija en el perfil de Will, que mira en dirección hacia la costa. Le da la sensación de que es de esa clase de personas que sabe ocultar perfectamente su pensamiento.

- Espero que te vaya bien por el sur.

- Tengo una deuda pendiente allí. Pero la verdad es que ya no recuerdo si soy el deudor o el acreedor… En cualquier caso creo que después me iré a Londres.

Will vacía la pipa echando los restos al mar, y mientras le da unos golpecitos le dice:

- ¿No te parece que las palabras son en cierto sentido una inesperada coincidencia de letras y de cosas?

Will se queda pensando en sus propias palabras y las repite antes de despedirse de un extrañado Hamlet hasta mañana.

- Sí. Una extraña coincidencia. Buenas noches.

Hamlet le devuelve las buenas noches y Will se aleja de la escena de vuelta al camarote.

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